10 de octubre de 2010

Vacaciones en Holanda 4. Amasterdam (II)

huis van Anne Frank (en casa de Ana Frank)
El museo está a quince minutos. Y callejeando me voy 
acercando a Joordan, el antiguo barrio judío y una
de las zonas con los puentes más bonitos, las callejuelas
con más encanto, las casas más elegantes, los cafés y
terrazas más concurridos, las tiendas más simpáticas
 donde se venden todo tipo de artículos
–nosotros compramos unas huchas muy divertidas
para guardar las monedas de dos euros que nos lleguen-
 y las vistas más bellas de Amsterdam.
Ana Frank, la conocemos todos y seguro que muchos, y 
sobre todo muchas, hemos leído su diario. En él
cuenta, además de graciosas escenas de piques
con su hermana más obediente, sus pensamientos
 y los acontecimientos que tuvieron lugar entre
julio de 1942 y agosto de 1944. Debido al régimen
 anti judío establecido por Hitler, la familia
Frank intentó protegerse escondiéndose en la parte
de detrás del edificio donde tenía un almacén
el padre de Ana. Después se les unieron cuatro
personas más. Pero al cabo de algo más de dos años,
alguien los delató y fueron enviados a
campos de concentración a los que sólo sobrevivió
el padre de Ana, Otto Frank.
Me pongo a la fila. Antes de hora y media no llegaré 
a la entrada (y espero que para entonces las chicas
 hayan llegado –algo por lo que no apostaría
un florín-). Es una ocasión estupenda para
estar tranquilo leyendo aunque sea de pie un nuevo
 libro que compré ayer en La Haya (“Extraordinary
 Popular Delusions and the Madness of Crowds”,
de Charles Mackay publicado por primera vez en 1841).
 Es un libro muy divertido. He visto en www.casadellibro.com la versión castellana
 y otras famosas burbujas financieras, Ed. Bresca, 2009”.
Se ve que con la crisis mundial -que nosotros en España
 no hemos tenido porque teníamos unos bancos que
eran la envidia del mundo-, han rescatado este
libro que cuenta diferentes burbujas económicas,
engaños peculiares, profecías incumplidas y otros
dislates en los que cayeron las masas (nuestros
 tatarabuelos) hasta el siglo XIX y de los que, parece, no hemos aprendido.
Mientras estoy en la fila oigo que los de delante de 
mí hablan en catalán y sin traductor simultáneo ni nada
 (para que aprendan los andaluces Cháves y Montilla)
 nos ponemos a charlar de lo que han visto, de lo que
hemos visto, de dónde se alojan, de dónde nos
alojamos e intercambiamos recomendaciones de
visitas por Holanda. Como hora y media da para
 mucho, entre lectura y lectura, charlamos de cosas.
Tienen dos retoños. Una hija de trece y uno de diez.
Es la hija la que, cuando se entera de mi procedencia,
 me pregunta cándidamente “¿En Pamplona se habla
 el catalán?”. Antes de que yo pestañee, la madre toda roja,
 en catalán pero entendible, le pregunta si no sabe cuáles
son las cuatro provincias catalanas, le dice que el catalán
 se habla en Cataluña y en las Islas Baleares,…. 
Como era de prever, Ana, María y Paula llegan sobre la 
campana, cuando yo llegaba a la puerta de entrada. A
pesar de tener la sensación de que somos el visitante
número 4567 que deja 5 euros por adulto y 3 por menor,
 la visita impacta. Merece la pena. Seguro. La recomiendo.
 Es muy descriptiva. Por deseo expreso de Otto Frank,
nada morbosa. Es cierto que se hace incómoda si
vas con hijas de la edad de Paula y María porque
les impresiona. Yo trato de que no se queden con el
nombre de los malos (nazis) y los buenos (judíos).
Les trato de contra que esta historia se ha repetido,
se está repitiendo y, por desgracia, se puede volver a
repetir cambiando lo incluido en los paréntesis.
Trato, mucho tratar, de que vean que el origen está en 
el miedo a lo no conocido, que engendra odio; en
creernos superiores; en pensar que una frontera,
una bandera, una idea,…valen más que una vida. Les
trato de contar –aunque el “no te enrolles, papá”
ya ha sonado- que la única salida es conocernos,
aceptarnos en la diferencia y no obligar a que otros
piensen, sientan, crean y vivan como nosotros. Hace
rato que han desconectado. Algo les quedará.
Al salir, prueba de que el legado del Sr. Frank se 
cumple, hay un video en el que se trata del “problema”
 del uso de velos por las mujeres musulmanas en
Europa. El video, estamos en una casa-museo judía,
defiende el derecho de las mujeres musulmanas
a vestir de acuerdo a su religión o cultura. El
montaje te permite votar si estarías a favor o en
contra de que una compañera de colegio o una
compañera del trabajo vaya con velo.
Dejo mi voto. Automáticamente se actualiza el resultado
del día: 74,8% a favor de permitirlo, 25,2% en contra.
Una cita cierra el museo
“To build a future, you have to know the past”
(1967, Otto Frank)
De acuerdo, conocer el pasado ayuda a construir el futuro. 
Pero con una condición: Que no volvamos al pasado para buscar más razones para llevarnos mal con quien nos queremos llevar mal, sino para no cometer los mismos errores.
(Nacido en 1967, Dnl).
eet een panenkoken en Voldelpark Siesta 
(comenos unos panenkoken y siesta en VoldelPark)
Tras la visita, que nos deja a todos impactados y pensativos, 
volvemos de golpe al barullo callejero de peatones, bicis
y tranvías que junto a los coches dibujan un tresbolillo
 imposible. Cuatro datos: Amsterdam tiene 750.000 habitantes, 700.000 ciclistas; cada año, alrededor de 80.000 son robadas y 25.000 acaban en los canales de la ciudad. Curioso.
Buscamos un lugar tranquilo donde nos comemos unos panenkoken.
El mío de pollo con curry y salsa picante que me acompañarán y castigarán durante las siguientes veinticuatro horas. Con lo rica que está la borrajica con patatas.
Tras pasar por LeidenPlatz, donde se concentran todos los mimos, 
equilibristas, hip-hoperos bailarines en busca de unos dinerillos, nos dirigimos a dar un paseo muy agradable por el Voldel park, donde, como en mi añorado Parque del Retiro de Madrid, los nativos van a pasear, tumbarse a tomar el sol, sentarse en las terrazas que crecen como setas en primavera con el primer rayo de sol, donde se ven patinadores, gente escuchando música o tocando Jazz en el césped, familias haciendo barbacoas, actuaciones de teatro en vivo,…. En fin, de todo un poco. La verdad es que es un parque ideal para relajarse y ir reposando lo visto, oído y sentido de esta arrolladora ciudad. Recomendado.
Nos tumbamos en la hierba y nos quedamos ligeramente traspuestos, 
a gustito, dejando que el sol, que parece que ha decidido pasar la tarde con nosotros, nos caliente. Pero, no, esto no es Marbella. Una hora después, se acercan unos negros nubarrones dignos del mejor paisaje de Rembrandt y nos toca correr hasta buscar un refugio.
Spanje, greatest hits (España, grandes éxitos)

Esperando que deje de llover entramos en una tienda de vinilos
(discos de los de antes, vamos) donde al fondo de la planta de arriba, veo la sección de música portuguesa y española. Entre fados de Maria da GraÇa (personaje que, alguna vez, contaré porque es otra de esas mujeres con un par de bemoles) encuentro… no me lo puedo creer, ¡!!Lo mejor, de lo mejor, de la música española¡¡¡
Empezando por “Lo mejor de Maria Ostiz”, año 80 del siglo pasado 
(dicho así…) con “Canta Cigarra, “Un pueblo es”, … Nuestra Navarra universal, ganadora del Festival de la OTI (sin “S”), bastión de los valores tradicionales navarros (doblemente tradicionales por tanto), con esa chaqueta beige, y esa falda de cuadros beiges y marrones, y esa guitarra casi beige, y al fondo un bosque otoñal de color… …¡marrón y beige!. María Ostiz, casada con un gran jugador navarro de fútbol, del Real Madrid: Zoco. Para los más jóvenes es un pacharán ¡ya lo sé¡ Para los que nos nacimos en el 67 y nos llamamos Daniel porque se puso de moda al ser el nombre elegido por Pirri, compañero de Zoco en el Madrid, para su primogénito, era un jugador alto, espigado, rubio y guapetón-.
Siguiendo con “Como el rocío” de Maritrini, no la del vermouth, 
sino una mujer como la copa de un pino que, quizás por un exceso de celo feminista, siempre vestía de negro para protestar porque la mujer para triunfar en el espectáculo tenía que “enseñar carne”. Ella reivindicaba que se le conociera por su voz y sus letras, que quien la viera y escuchara se quedara con la poesía y música de sus canciones, no con otras cosas-.
Continuando por Los Sabandeños, grupo canario con el que bailaban 
nuestros padres en las verbenas y bodas mientras nosotros (ellas no, bailaban entre ellas) nos sentábamos aburridos hurgándonos la nariz. Me acuerdo del revisor de CuraÇao y compruebo efectivamente que entre los instrumentos que toca el grupo está el timple canario. Me acuerdo del negrazo revisor papiamento-parlante. ¡Qué majete¡
Pero lo mejor está por llegar, ¡¡Peret!! y el LP “El borriquito” –
“el borriquito como tú, tururú, que no sabe ni la ú, tu r urú”. LPs, porque luego estaban los “singels” con su cara A y su cara B (los más jóvenes que consulten wikipedia –invisibles pero documentados- o busquen en youtube por si alguno de estos términos le suena al Jurásico). Y me trae a la memoria cuando el Festival de Eurovisión era el Festival de Eurovisión y nos sentábamos toda la familia y puntuábamos las canciones de los diferentes países. Peret participó en el 74 con “Canta y sé Feliz” –“Canta, alegría de vivir, canta, para disfrutar, canta, canta y sé feliz¡-. ¡¡¡Pedazo temazo¡¡¡ ¡Pienso en él y las manos se me van del teclado para dar palmadas y un zapateado de aupa¡¡ Quedó noveno pero ganar, lo que se dice ganar, lo tenía complicado. ¿Sabéis quien ganó? ¡Abba, con “Waterloo”! –curiosa casualidad que estemos ahora bailándola en la voz de Meryl Streep, como protagonista de Mamma Mia, treinta y tantos años después.
Pero esta tienda, tenía guardada todavía otra sorpresa, la más 
grande, la que pensaba que ya nunca iba a ocurrir, la que me acerca un poquito más al pueblo holandés. ¡Siiiiiií! ¿Saaaaaaaaaaaaaara Montiel!!! y su gran LP “La Violetera” que grabó a sus 1946 años, después de volver de Jólibud tras grabar grandes películas con Clar Geibol, Charlon Geston,… y tras cantar en el Madison and Scuar and Garden de Niu Yor¡¡¡¡. Esto me deja ya agotado. Demasiado para un solo día.
diner in een Japans restaurant (cena en un 
restaurante japonés)
Paseo rápido hasta Amsterdam Central, tren hasta Den 
Haag Centraal, tranvía hasta Laan van Roos en Dorn y paseo hasta SUMO, restaurante japonés, con buffet libre pero organizado de una manera peculiar, que tiene su gracia.
Los comensales pagan una cantidad por persona y pueden 
comer todo lo que quieran pero de la siguiente manera: te reparten una hoja con todos los platos y cinco columnas para marcar; de entre ellos se elije en una primera tanda los que se desean; al rato llega el camarero y, por cada plato no comido, añade un euro al precio; y se vuelve a pedir otra tanda que de igual manera. Así hasta 6 veces (sino has reventado antes).
Fue muy divertido y cómodo (no es un buffet en el que te 
tienes que levantar si no una carta que puedes pedir en varias veces). Paula y María estaban encantadas y nosotros también porque el lugar era precioso, en la parte más bonita de La Haya, con un diseño cuidadísimo, la comida exquisita, la atención inmejorable (quizás esté mal acostumbrado a los gruñidos del camarero o camarera de Pamplona y el listón lo tenga bajo), la cerveza japonesa abundante, fresca y riquísima. ¿qué mas se puede pedir? Que no sea caro: 22 euros por persona. No está nada mal.
Tulip Hubble (la burbuja del tulipán)
Antes de acostarme ojeo la parte del libro de Mackay que
habla de la Tulipomania. Y me entero de que el tulipán vino de Constantinopla en el siglo XVI, que su nombre -turbante en turco- lo debe al parecido con él, que pronto alcanzó enorme popularidad y, que el interés por esta flor (más bien por los intereses que daba) arraigó muy especialmente en Holanda, donde por 1650 se convirtió en una especie de locura llamada posteriormente Tulipomania.
La demanda del tulipán como artículo de lujo para las 
mansiones de las mejores familias de toda Europa disparó su precio. Quien compraba un bulbo por unos pocos florines, lo vendía multiplicado por diez en cuestión de semanas.
Ricos (con sus sobrantes) y pobres (vendiendo en ocasiones 
sus casas) se apuntaron al chollo hasta que ¡¡ploff!! el globo explotó, y el rico quedó menos rico, el pobre quedó sin casa y, cómo no, hubo un puñado de listos (básicamente ricos) que vendieron justo antes de la caída del precio.
Hagamos un ejercicio, cambiemos “tulipán” por “casa” y 
XVI por XXI. ¿Nos suena, verdad? Con los mismos personajes y todo.
Mañana hacemos maletas y vamos para los países más bajos 
de entre los bajos, Belgica.
Buenas noches¡
dnl

Vacaciones en Holanda 4. Amsterdam (I)

(Para Estela, ¡Enhorabuena y Mucha suerte¡)
"...algún día esta horrible guerra habrá terminado, 
algún día volveremos a ser personas y no solamente judíos..."
(Ana Frank)
“Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes, tristes.
Tristes armas si no son las palabras. Tristes, tristes.
Tristes hombres si no mueren de amores. Tristes, tristes”.
(Miguel Hernández)
dageraad regen in Den Haag (amanece lloviendo 
en la Haya)
Me levanto pronto y tomo un desayuno ligero. Fuera cae 
una fina lluvia. El graznido de alguna gaviota (¿las gaviotas graznan?) me recuerda que el mar, aunque no la hayamos visto, está a diez kilómetros de la casa.
Me preparo y para las siete y cuarto salgo de casa. Mis chicas
son alérgicas a estos madrugones así que llegarán más tarde. Pero yo quiero ver despertar Amsterdam, ver cómo se despereza. Así que cojo el tren de las 7,25, el que cogen en La Haya para entrar a trabajar a las 8 en Amsterdam.
En el tren repaso lo que la guía me cuenta que voy a ver
(o no ver, depende).
Estos de Amsterdam son unos cachondos. Es la capital oficial 
de los Países Bajos pero la sede del gobierno, el parlamento y la justicia holandesa están en la Haya (¿nos imaginamos el Congreso de Diputados en Sevilla? ¿Y que La Moncloa esté en Pamplona?) y, encima, no es ni la capital de su provincia, Holanda Septentrional, que es Haarlem (imaginemos que la capital de Madrid sea Móstoles –pobre Alberto Gallardón, vaya sofoco solamente imaginarlo, se quedaría sin hacer metros-). Y los reyes se casan en La Haya salvo la actual, Beatriz, que como reina moderna que es salió caprichosilla y decidió casarse en Amsterdam.
Nos dice la guía que son gente tolerante –eso sí, después de la 
ruptura con España, porque nosotros éramos finos requetefinos y al que se movía le mandábamos la Santa Inquisición y a tostarlo en la hoguera (¡teníamos un pronto¡¡)-. Esta tolerancia hizo que, entre otros, buscaran refugio en Ámsterdam judíos sefardíes de Portugal y España, comerciantes de Amberes (¡me pregunto qué c…. tendrían que ocultar estos¡ ¡seguro que el fisco sobre el diamante era más benévolo¡) y hugonotes de Francia, que en sus países eran perseguidos por su religión.
En esa época la especulación sobre el suelo ya existía, aunque
en este caso con razón. El “el suelo no existía”. Había agua y tierras pantanosas con lo que para avanzar sobre el río (Amstel –de donde viene el tipo de cerveza, hecha con agua de este río-) había que crear presas (dam) para que creciera la ciudad (Amsteldam –y así sabemos de dónde viene el nombre). El precio del suelo era por tanto caro (pero no tanto como en Pamplona, eh?) porque había que “hacerlo” y las casas se tenían que construir estrechas y alargadas, tan estrechas que por sus empinadas y pequeñas escaleras no se podía subir el piano de la abuela, la estantería del salón,…(¡Qué vida¡ ¡ Sin un IKEA cerca¡ ¡Debía ser terrible!) Por eso todas las casas están inclinadas hacia delante y tienen en la parte superior una especie de gancho sobre los que colocaban las poleas con las que subir los muebles y meterlos por las ventanas.
Delft, de bron van de microscoop en koning 
William overlijdt
(Delft, donde nace el microscopio y muere el rey 
Guillermo)
El tren para en la estación de Delft, ciudad donde nació el 
pintor Vermeer, el de los cuadros de La Lechera o La Chica de la Perla. El libro –un poco rollo- y la película –ya no la ví- del mismo título pusieron de moda a este pintor. A mí me parece aburrido, sosito, para decorar discretamente el salón de la abuela. ¡Que irreverente y snob ha quedado¡
El tren se para lo justo para el intercambio de pasajeros y
bicis, lo cual no es poco trajín.
Delft, ciudad donde está enterrado el descubridor del primer
microscopio que ayudó a que fuera otro holandés quien hiciera que fuera holandés el primer espermatozoide avistado por ojo humano (…¿los espermatozoides tienen nacionalidad?).
Delft, ciudad donde estaba la corte holandesa en tiempos de 
trifulcas religioso—político-económicas (como casi todas) con el Imperio Español (Ahora Ex-paña) cuando a las cosas se les llamaba por su nombre: las guerras no eran preventivas (eran guerras y punto) y no había ejes del mal (sino enemigos malos, malísimos) ni daños colaterales (sino muertos) ni había ministerios de defensa (sino departamentos de guerra) ni misiones de paz (eran de guerra para conseguir tierras y oro y plata y lo que hiciera falta) ni los ejércitos quitaban trabajo a bienestar social o a educación o fomento como hace el nuestro “defendiendo y educando a la población civil”, “construyendo hospitales” y “mejorando las comunicaciones terrestres”.
Voy a proponer que Defensa dependa del Ministerio de 
Asuntos Sociales.
El tren se pone en marcha. Espero tener ocasión de ver 
Delft ya que, ver a lo lejos la torre de la iglesia de cien metros de altura de la Nieuwe Kerk desde la que debe haber una visrta espectacular sobre esta joyita de ciudad y muy especialmente sobre la Plaza del Mercado, me deja con las ganas de volver y bajarme en esta estación.
Digo hasta pronto a esta ciudad, donde Guillermo de Orange, 
viendo que su ejercito (no será porque eran funcionarios…) no daban una, contrataron a corsarios (eventuales con contrato en precario e incentivos por objetivos) o “sea beggars”, mendigos del mar como les llamaban entonces… (¡que cachondos¡). Y desde entonces empezaron a dar a nuestros Tercios una detrás de otra.
Tanto nos atizaban que Felipe II le dio el finiquito al Duque 
de Alba (la cláusula de rescisión sería buena porque todavía, casi quinientos años después su familia sigue viviendo de las rentas) y mandó a Alejandro Farnesio que, aunque aguantó unos años más, al final se tuvo que retirar a las provincias del sur, ahora Bélgica, que con eso de ser católicas -teníamos el mismo jefe espiritual y eso une mucho…-. nos dejaron quedarnos a tomar cervezas en la Grande Place de Bruselas unos añitos más.
Delft, donde Guillermo de Orange un día cualquiera de 1584 
subía a sus aposentos a descansar con su sonrisa de a oreja a oreja pensando en el sofoco que tendría su amiguito Felipe de España tras haber declarado unilateralmente la independencia de las Siete Provincias Unidas; descanso que resultó eterno ya que Baltasar Geraerts, infiltrado a sueldo de Felipe II, le metió media docena de regalitos en forma de balas entre pecho y espalda –El Austria cuando se mosqueaba, no se andaba con medias tintas…-.
¡¡volgende halte, Amsterdam Centraal!! 
(¡¡Próxima parada, Amsterdam Estación Central!!)
Llego a la 8 en punto con la riada de pasajeros que llegan a 
trabajar a Amsterdam. El parking de bicicletas es digno de ver. Trato de contarlas pero pasan de las mil, así que lo dejo. Me adentro en la Venecia del Norte (creo que es el décimo lugar que oigo llamarse así…).
Ayer fue la Gay Parade. Como no estuve no puedo decir 
cómo fue.
Hoy es la Gay Resaca. Aquí, unas parejas de homosexuales
(supongo) duermen en los jardines cuan sanfermineros pies negros; allá, dos hermosos mancebos, aparentemente escoceses, vestidos con el tradicional kilt, más grandes y anchos que un armario, intentan enderezarse (dicen que los “brave scottish men” no llevan nada debajo del kilt, pero, yo, y mira que soy cotilla, no me detengo a comprobarlo, por si las moscas…). Por todas partes hay inmensos lazos y guirnaldas de globos rosas que adornan puentes, tiendas, barcazas, coches,…. También banderas con los colores del arco iris (menos uno, cuento seis) ondean en muchas casas, farolas, bares,…
Dicen que Amsterdam tiene bastante ambiente gay –hoy, 
tengo que decir que sí-, sobre todo alrededor de la calle Reguliersdwarsstraat, lugar que omito de mi paseo (con ese nombre puede salirte cualquier cosa). Allí debe estar el Club iT, uno de los clubs gays más grande de Europa. Leo en la guía “Ámsterdam sigue siendo la ciudad gay más importante de Europa”, algo que me sorprende porque no sabía que las ciudades tenían inclinaciones sexuales… Se me ocurren posibles sexos para Pamplona, Madrid, Sevilla,…
Esta tolerancia viene de atrás. La revolución sexual empezó 
en los años 60 en Holanda y, especialmente en Ámsterdam (en Pamplona estamos esperando a ver si llega… un siglo de estos… pero me va a pillar mayor…¡cachis¡). Era una de las principales ciudades de los hippies y muchos tabúes de esa época se los cepillaron - la igualdad entre hombres y mujeres, la libertad de expresión, el derecho a usar preservativos (alto ahí, lo anterior pase pero esto….¡Ave María Santísima¡ ¡Si es que ya decía yo que Calvino los echó a perder…¡) o el derecho a la inseminación artificial para mujeres solteras (¡Ay, Calvino, Calvino¡)- .
¡Me he despistado con lo de la Gay Parade y Calvino¡ 
Me voy dando un paseo y veo cómo Amsterdam a estas horas 
es una ciudad tranquila, que se despereza poco a poco, como todas, –camiones de reparto, ciclistas camino del trabajo, tiendas que empiezan a levantar sus persianas, las cafeterías a colocar sus terrazas, vacías porque los trabajadores se han ido y los turistas no hemos llegado,…-. La veo un poco sucia –comparada con La Haya que está limpia y brillante como una patena-.
rosse buurt, of kijk (el barrio rojo, ni verlo)
Al revisar la guía me doy cuenta de que he debido pasar por 
el barrio rojo –donde hay quien encuentra el triste interés de ver prostitutas en escaparates como una mercancía más (y que esto llamado “guía turística” lo recomienda al mismo nivel que la casa-museo de Rembrandt, ¡¡manda h….¡¡¡, que diría Federico Trillo)- y el museo de la marihuana (a mí no saques del vino, la cerveza y el gin-tonic) sin enterarme.
Paso junto a la Oude Kerk (oigo la voz de mi madre… “¡entra, 
que mal no te hará¡” …lo que no sabe ella es que esta iglesia es de “los otros”…). Como está abierta entro. Es curioso no ver ninguna imágen de santos como las que acompañan nuestras iglesias pero Calvino, durante la Alteración (no se refiere al estado emocional del buen hombre sino al ¿cambio/reforma? de religión) de 1578 se destruyeron todas porque dijo el jefe que de santos ná de ná y en una borrachera iconoclasta se los cargaron. ¡Qué pena¡
Afortunadamente no se cargaron una inscripción que reza en 
la puerta de la sacristía y que, en letras góticas, dice –pregunto el significado al solícito monaguillo- “Cásate con prisa, arrepiéntete con calma”. Ahora hacemos justo al revés, nos casamos con calma y nos arrepentimos con prisa.  
Paso junto a la casa museo de Rembrandt pero no me detengo. No porque dude de su increíble talento y destreza ni de la variedad y belleza de sus cuadros. Es un grande como Velazquez. Pero, como ya he dicho me gusta más el arte contemporáneo –aunque no lo entienda, quedó bien-. Son las 9 y media así que busco un quiosco donde comprar prensa y una terraza donde leerla. 
Cada uno lee las mentiras que más le gustan, no? A mí no me 
gusta ninguna, las compro todas: ABC, el Mundo y el Pais (el Diario de Navarra, me asegura el quisquero, no llega a ciudades libertinas) y me voy a una cafetería que está empezando a poner sus sillas y mesas en la calle y desde la que podré cotillear a gusto, oculto cuan espía tras las hojas del periódico. Es un lugar perfecto pues es el punto de entrada al centro de Amsterdam de todos los pasajeros procedentes de la estación. Lo digo ahora porque luego se me olvidará: lo mejor, mejor, mejor de Amsterdam son sus cafés y sus terrazas que, en cuanto un rayo de sol sale, se llenan de charlatanes grupos de estudiantes, turistas y otras personas de mal vivir. Dicho está. Recomendación: menos museos y más terrazas.
Geloof en voetbal (Fe y futbol)
En uno de los periódicos leo y lo escribo textualmente –no 
digo el periódico pero seguro que sagaces lectores/as (soy un ingenuo al pensar que todavía queda alguno/a) lo adivinaréis-:
“LA COPA, EN GUADALUPE. La espiritualidad del esfuerzo 
deportivo.
Angel María Villar pidió a la Virgen de Guadalpe que la 
selección ganara el Mundial… … y, en señal de agradecimiento,…. la ofreció ayer en la basílica de la Villa de Guadalupe en Ciudad de Méjico… … Monseñor Diego Monroy –en la foto aparece ante el trofeo- destacó en su homilía que el deporte es vehículo de creación de fuerzas espirituales…”.
Leyendo esto “me se” pone la carne de gallina, los pelos 
como escarpias, se me saltan las lágrimas mientras un sudor frío recorre mi cuerpo pero no de emoción y devoción a la pobre Virgen (¡qué culpa tendrá la Morenita), sino de… (en fin, no estamos aquí para meternos con la Santa Madre Iglesia ni con la Santa Madre FIFA sino para ver Amsterdam).
En cambio la viñeta de Máximo, genial, muestra a una niño 
o niña (no es corrección, Ministra Aído, es que no queda claro en el dibujo) sonriendo. Arriba se lee “¿A dónde se va la sonrisa pura de los niños cuando dejan de ser niños?”. Esta viñeta vuelve mis pulsaciones a un ritmo cardiaco aceptable para mi edad, índice corporal y tensión arterial recomendada y me recuerda un texto, como no de Eduardo Galeno, que dice así “
“En la pared de una fonda de Madrid, hay un cartel que 
dice: Prohibido el cante. En la del aeropuerto de Río de Janeiro, hay un cartel que dice: Prohibido jugar con los carritos porta-valijas. Y esto me alegra pues indica que todavía hay gente que canta, todavía hay gente juega”.
Ché píbes¡ le paresió lindo, no? ¿Por qué dejamos de jugar? 
¿Dónde perdimos la sonrisa? ¿De dónde vino el sentido del ridículo (del qué dirán)? Esto lo dejamos para otra ocasión.
Tras el descanso, y recuperado del impacto que la exaltación
futbolera-eclesial ha producido en mi nivel de adrenalina, sigo paseando por lo que, a juzgar por las placas de las calles –en holandés y en chino- es el barrio chino de Amsterdam donde es curioso entrar en el templo budista chino construido ecientemente. Vuelvo a imaginarme mi barrio con una mezquita con su almuhecín en el minarete, un templo budista chino con sus monjes vestidos de naranja que salen a meditar a la vuelta del castillo y la iglesia de Santa Vicenta con su recién estrenado párroco que juega luego un mus con ellos.
No lo cuento pero suponed que, en todo momento, siempre, 
a la derecha o a la izquierda hay un canal (con barcazas-viviendas en los grandes y barquitas en los pequeños) y, doscientos metros más arriba o más abajo unos encantadores puentecitos, adornados con tiestos de geranios que serían la envidia de mi señora madre, y que todo ello bien merecería una foto en un lugar distinguido del álbum. Si quisiera detenerme a ver todo lo curioso, atractivo, inquietante de los canales, casas y calles de Amsterdam, me volvería loco (o me quedaría a vivir). Es tal la cantidad de estímulos que es capaz de despertar la mente menos despierta y curiosa. Pero eso lo cuento menos porque ya lo dice la guía.
X X X (X X X,  esta traducción es más fácil¡)
Son ya las 11.00, las chichas han avisado que llegarán sobre 
las 12.00 y que, si puede ser, preferirían no hacer la hora y media de cola que hay para entrar a la casa-museo de Ana Frank. Voy para allá. Con este detalle ganaré mini-puntos para salir un día en Pamplona.
De camino veo que marquesinas, edificios, farolas, tapas de 
desagüe, bolardos para que los coches no caigan al canal al aparcar,… llevan marcadas tres aspas. Veo a un agente con el reflectante que dice “Politie” y le pregunto (no está Paula para decirme “Papá no hagas el ridículo¡) a qué se deben estas aspas. Me dice que el aspa es de San Andrés, uno de los apóstoles y patrón de Ámsterdam, que murió en una cruz con forma de equis (“¿y las otras dos?” me pregunto).
Como si fuera “el follonero” de la Sexta entro en una tienda 
y les pregunto lo mismo. La dependienta, segura de sí misma, me responde sin dudarlo que representan los tres miedos que tiene la ciudad: a los incendios (en una ciudad de casas de madera), a las inundaciones (en una ciudad por debajo del nivel del mar) y a la peste (porque los canales son alcantarillas grandes a cielo abierto). Esta respuesta me gusta más.
Un señor que está en la tienda, apasionado monárquico 
al parecer, me cuenta la más “Real” de todas: las tres
equis representan el valor, la determinación y la misericordia, tres adjetivos con los que denominó la Reina Guillermina a la ciudad (¡Qué poetisa ella¡ ¿Sería ya por entonces una monarquía moderna?).
Por lo visto los holandeses no se ponen de acuerdo. 
Lo dicho en la primera de esta serie de cuatro (y última) entregas sobre Holanda: 1 holandés, 1 religión; 2 holandeses, 2 religiones; 3 holandeses, un cisma.

Vacaciones en Holanda 3. En Rotterdam (II)

fietsen in Kinderdijk (en bicicleta por Kinderdijk)
Llegamos a Kinderdijk donde alquilamos unas bicicletas 
que nos permitan pasear por toda la zona cómodamente. Una canal central y dos caminos que discurren paralelos, uno a cada lado, salpicados cada unas centenas de metros por molinos construidos en madera y con palas de cañas y telas –que festín para Don Quijote, y qué sofoco para Sancho Panza, tras una buena olla podrida¡-. ¡Qué lugar para este, por conocida, no menos divertido diálogo:
“-Mira, Sancho, contempla lo que tenemos allí delante: ¡más 
de treinta desaforados gigantes! Y ahora mismo pienso entrar en batalla con ellos y quitarles las vidas para enriquecernos con sus despojos.
- Muy bien, señor, muy bien … ¿Y a qué gigantes se refiere?
- ¿Eh? ¡Aquellos que ves allí!
- ¿Allí?
- ¡Ésta es buena batalla, Sancho …!
- ¡Señor ! ¡No son gigantes! Y lo que parecen brazos son
las aspas, señor …
- ¡Calla, Sancho ! Y prepara a Rocinante porque yo voy a
entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
- Preste atención vuestra merced, con todos mis respetos, 
son sólo molinos que mueve el viento, señor. Son molinos.
- ¡Son gigantes! ¡Socorredme, señora mía Dulcinea!”
Soy consciente de que me encuentro en el origen de la 
energía eólica y que, para los que vivimos del aire… digo viento, este lugar también debiera ser un lugar de peregrinación. Se me ocurre mandarle un sms a mi jefe diciéndole que el día de hoy no me cuente de vacaciones pues estoy de trabajo en un parque eólico. Me lo pienso dos veces, que no está el horno para bollos, y no vaya a quedar maltrecho como nuestro loco Alonso Quijano…
Lo que realmente siento es que, efectivamente, es un lugar 
precioso para venir de paseo o en bicicleta, para disfrutar de una mañana o una tarde agradable, que efectivamente tenía razón Gabriela en recomendarnos el lugar y que, si tengo que poner una pega, por poner una nada más, sería que del molino no haya salido la hija del molinero con su gorrito blanco, su traje negro con bordados y sus zuecos. Pero quizás sea demasiado pedir.
Pedaleando de vuelta me acuerdo de las canciones populares
de mi tierra consorte, León, donde el molinero siempre aparece como un elemento peligroso para las mozas del pueblo que a van a moler el trigo al molino. En concreto me acuerdo de una jota leonesa que no tiene desperdicio (aunque -y, va en serio, censuro las partes más procelosas- Ministra Aído tápese los oídos):
El molino que está en las afueras, tanto y tanto da que hablar,
que las mozas están descontentas, y los mozos, mucho más.-
(estrofa censurada)
No vayas nunca al molino a moler, Porque te puede coger 
el molinero,
Y con el trigo que llevas verás, Cómo con él perderás trigo 
y dinero.
No vayas nunca al molino a moler, porque te puede salir 
cara la harina,
Y con los mozos muy mal andarás, y solterona después te 
quedarás
Han querido quitar el molino, cosa que no puede ser,
porque el señor alcalde lo ha dicho: que hace falta pa moler.
(estrofa censurada)
No vayas nunca al molino a moler…...
¡Ay Santa Teresa, que me he vuelto a divertir y me ido hasta 
la montaña leonesa¡ Como hemos estado a gusto pedaleando por los caminos de la zona, nos quedamos sin ver uno de los molinos cuyo actual propietario amablemente, y previo pago de 3 euros, te enseña su interior, su funcionamiento y la historia de este entorno tan singular. Pero el barquito no espera y hemos quedado a las cinco y media en Station Blaak con David y Gabriela para que nos enseñen Rotterdam, una ciudad que, si hubiéramos visitado hace poco más de sesenta años no hubiéramos encontrado más que un solar en ruinas.
start vanaf nul (empezar de cero)
El 10 de mayo de 1940 el General alemán Schmidt, en 
el intento de Hitler de invadir Francia por el norte, se dio cuenta que tenía que pasar por Holanda y Bélgica. Como no tenían mucha paciencia ni mucha vergüenza (recordemos, una vez más, a Groucho Marx para quien “inteligencia militar es una contradicción de términos en sí misma”), ordenó un atraso del ataque aéreo sobre Rotterdam previsto a las 13.20, a las 16:20 para solicitar al Jefe de la Guarnición alamana de Rotterdam que iniciase las negociaciones para la rendición de la ciudad antes del ataque. El mensajero no había llegado todavía cuando se inició el bombardeo a la hora inicialmente establecida.
Pocas casas quedaron en pié. Una de ellas la Witte Huis 
(Casa Blanca), durante mucho tiempo una de las construcciones de oficinas más altas de Europa y, ese 10 de Mayo de 1940, lugar en que se encontraba la Guarnición alemana. Será por eso, por lo que se libró…
La ciudad quedó devastada y tras el fin de la segunda 
guerra mundial, los holandeses con ayuda de los países aliados comenzaron su reconstrucción de cero. El centro de Rotterdam era un auténtico solar derruido. Como aspecto positivo, muchos de los arquitectos vanguardistas de la época pudieron poner su imaginación al servicio de la reconstrucción y esta ciudad es de las que tiene un auténtico museo arquitectónico con edificios singulares de los mejores arquitectos de aquellos años y los actuales.
Además de la Witte Huis, solamente queda de la época 
anterior Delfshaven, lugar muy animado donde mientras  esperamos a David y Gabriela nos tomamos una cerveza de fabricación local, la Pilgrins, en homenaje a los que partieron de este puerto hacia América y que solamente se vende aquí. La zona es muy animada –y aquí vuelvo a ver que las guías turísticas tienen un gusto diferente al mío ya que a Rotterdam le vuelve a dedicar cuatro páginas casi regañadientes cuando para mí va a ser una de las tardes más interesantes y bonitas del viaje-, está llena de vida, con restaurantes, pubs y teatros alrededor de los canales y el pequeño puerto que todavía guarda aires del siglo XVII. Como es la hora, vamos a Station Blaak.
architectuur lab (laboratorio de arquitectura)
De camino, nos encontramos con un grupo de holandesas 
de despedida de soltera. Llevan todas una camiseta en la que en la parte de delante dice “Me gustaría casarme con” y estampada está la foto de Johnny Deep mientras que en la parte de detrás dice “Pero me tengo que casar con” y aparece la foto de un joven significativamente menos agraciado que el protagonista de Piratas del Caribe.
Para financiar la diversión y las cervezas que hagan el 
increíble (y fugaz) milagro de que el mendrugo de atrás se parezca al apuesto Deep, la simpática víctima lleva un pantalón en el que sus amigas han dibujado monedas de 1 y 2 euros y billetes de 5 y de 10 euros. En mi caso, darles dos euros me da derecho a cortar y llevarme el trozo de pantalón de la moneda de dos euros que elija. Como estoy casado y mis hijas están delante, a pesar de que hay monedas en lugares más interesantes y escondidos, recorto una moneda de la parte de la rodilla. Le doy mis dos euros y me quedo con el trozo de tela. Tot zines¡” (hasta pronto) y “veel succes¡” (buena suerte).
Nos encontramos con Gabriela y David en el lugar convenido:
la marquesina de entrada a la estación de Station Blaak, una joyita arquitectónica elegante y sobria que se integra en el entorno a pesar de su singularidad y belleza – no como las del cantamañanas de Calatrava que lo que quieren es aplastar el entorno para que solamente se distinga su ego en forma de marquesina, puente, edificio,… o lo que le encarguen (se ha notado que no me gusta, ¿verdad?)-.
Lo primero que vemos son dos grupos de edificios muy 
originales que son uno de los emblemas del Rotterdam moderno: los Kubus-Paalwoningen (apartamentos unifamiliares en forma de cubo apoyados sobre su eje central) y Het Potlood (El lápiz), éste último llamado así por razones muy muy obvias. Su arquitecto, el imaginativo Piet Bloom.
Las Cubic Houses, una de las principales atracciones de la 
arquitectura de Rotterdam, son 39 casas en forma de cubos todavía hoy habitadas. Visitamos una de ellas –porque se visita, no porque yo llame a la puerta y lo pida, cosa probable por otra parte- para curiosear y ver cómo se hace para vivir en una casa así. Las cuatro paredes de cada estancia están inclinadas, hay esquinas por todas partes y todo, incluidos los muebles fueron diseñados por Bloom (porque de haber existido Ikea entonces, sus muebles normalizados no hubieran pasado del primer quiebro de escalera¡).
Muy cerca, también es increíble la biblioteca de Rotterdam, 
que llama la atención por sus formas: ocho pisos decrecientes en forma de pirámide y con tuberías amarillas alrededor del edificio.
Y repartidos por la zona se pueden ver edificios de los grandes 
arquitectos contemporáneos, arquitectos famosos que han dejaron su sello como Norman Foster (su mujer, la Doctora Elena Ochoa –la primera mujer que dijo la palabra “pene” en televisión, mirando fijamente a la cámara, sudando tinta para no pestañear y que pareciera natural- y que, por ello, se ganó merecidamente una de las más memorables imitaciones de Chema Millán, de Martes y Trece, únicamente superada por el gag de la “empanadilla de Móstoles”. Los más jóvenes, buscad en “you tube”), como Renzo Piano (para mí el mejor arquitecto contemporáneo pero del que, por desgracia no conozco ningún cotilleo -prometo enterarme-), Quist, Nienmeyer,… vamos que están todos (menos afortunadamente que yo sepa el hortera de Calatrava¡).
levendige Stad (una ciudad llena de vida)
Gracias a tener unos cicerones de lujo, paseamos por 
Rotterdam y nos van enseñando las zonas de más ambiente, bares y terrazas donde se respira mucho glamour y mucho euro, a juzgar por las marcas de ropa del personal que, según me cuentan, son lo mejor de  mejor y que contrastan con mis pintas de guiri con gorra -de la selección de Portugal-, camiseta y pantalón corto -si me viera mi madre…-.
Como ocurrió con La Haya, Rotterdam resulta ser una 
gratísima sorpresa. ¿Por qué? Probablemente porque no esperaba nada, iba con los ojos limpios, sin ninguna foto de la guía o postal en la cabeza que tuviera que identificar en la ciudad (que es lo que los turistas solemos hacer: ¡¡mira, loli, el palacio del folleto¡¡). Cuando uno no busca nada, es cuando más encuentra. ¡¡Jesús, que trascendente ha quedado!! Pero es cierto y, como nadie va a leer esto salvo mi madre (sigue siendo la única mujer en el mundo que nunca me dice que no…) me permito una disgresión plenamente consciente.
 
La felicidad es más difícil de definir. Pero la infelicidad 
(y su prima carnal) la frustración es el espacio que queda entre lo que espero y lo que obtengo, entre lo que me había imaginado y lo que realmente ocurre. No esperaba nada de Rotterdam y todo me está sorprendiendo.
Decía Henry Ford, el de los coches, que “no puedes labrarte 
una reputación con lo que dices que vas a hacer”. Algo parecido a lo que quizás le pase a Barak, el becario de Michelle Obama, que generó tantas expectativas que lo mejor que podrá pasarle es que las cumpla. Y lo peor (ya está ocurriendo) que no lo haga y la esperanza negra se parezca cada vez más a Bill, el saxofonista de Arkansas, marido de Hillary –que, todo hay que decirlo, comparado con Chuck Norris Bush, era un angelito-.
David y Gabriela nos proponen cenar en Bazaar, su 
restaurante preferido de la ciudad, un turco bullicioso, adornado en el exterior con las bombillas de colores que adornan las verbenas de fiestas de Biurrun y sobrecargado de lámparas, jarrones, teteras, alfombras, telas en todo su interior lo que le da un aire de zoco barroco pero muy simpático.
La carta es tan larga que pido al azar: un Yogourtla Adana, 
una especie de brocheta de carnes y con verduras y una cerveza turca, grande y fresca. La cena es deliciosa y el ambiente que se crea entre los seis comensales –David, Gabriela, Ana, mis hijas Paula y María y el que escribe (éste último animado por el jugo destilado de malta de trigo turca)-es muy divertido y, es en ese momento, fugaz, cuando salta la chispa, y se enciende una luz, muy pequeña, muy muy pequeña, como si fuera la “campanilla” de Peter Pan que me avisa de que, esté atento, que disfrute ese momento, ese preciso instante porque eso que siento que ocurre es lo que busco tantas veces y buscan cientos de libros de autoayuda que llenas las librerías –ya han entrado en la sección infantil y juvenil- y que los sabios llaman… felicidad.
 
Caminamos, ya de noche a la estación, para coger el tren 
y esta ciudad me sigue sorprendiendo por su vitalidad, por lo divertido de su mobiliario urbano: bancos que son colchonetas, árboles que son esculturas, esculturas que no parecen esculturas, marquesinas que parecen paraguas, cigueñas atravesando (aparentemente) las ventanas de edificios para indicar que en esa casa ha nacido un nuevo holandesito u holandesita (curiosa, simpática y divertida costumbre). Y me llama la atención que, de camino pasamos por una mezquita en construcción.
Y, lo reconozco, aún sabiendo que es nuestro Benedicto 
Diecitantos quien tiene la razón –para algo es infalible por decreto-, me alegra ver que se construyen lugares de culto de otras religiones porque cuantos más ingredientes tenga la cazuela, más rica será la comida –siempre que alguno de los ayudantes de cocina no le de por pasarse con algún ingrediente extremista-. Y me alegra que Pim Fortuim -racista y antimusulmán cuyo partido consiguió ser el segundo más votado en 2002- sea ya una broma macabra del pasado y que ya no exista -me refiero a su partido, no él que fue asesinado probablemente por otro que, como él, no entendía de respeto, pluralidad y riqueza cultural-.
De Zwarte Tulp (El Tulipán Negro)
Me alegra sobre todo en un país que no puede ser -como 
ninguno puede serlo (nosotros mismos fuimos emigrantes hace dos generaciones y podemos volver a tener que serlo) contrario a la inmigración- ya que quienes vinieron de su antiguas colonias han ayudado a hacer de este país lo que es. Y han ayudado a reconstruir esta ciudad desde cero y, aunque sea algo frívolo, a alegrar a los auténticos holandeses con gloriosas tardes de fútbol.
¿Por qué? Porque en 1993, cuando la marea de racismo subía 
y en Holanda y buena parte de Europa se promulgaban leyes contra las inmigrantes de los países que habían sido sus colonias - cuando los jóvenes blancos no encontraban trabajo, eran la gente de piel oscura quien pagaba el pato- como dice E. Galeano, “ni los ciegos militantes de la supremacía blanca podían negar que los mejores jugadores de fútbol de Holanda seguían siendo los veteranos Gullit y Rijkaard, hijos de hombres de piel oscura venidos de Surinam”, colonia de las antillas holandesas.
Muy especialmente Gullit (apodado “el Tulipan Negro”) que, 
frente al glamour y banalidad que derraman personajes como Cristiano Ronaldo (quien escribe, meregue) y tanto programa rosáceo, fue un gran activista anti-racismo que, como nos cuenta mi querido escritor uruguayo “entre partido y partido cantó, guitarra en mano, en varios conciertos contra el apartheid en África del sur, y en 1987, cuando fue elegido el jugador más destacado de Europa, dedicó su balón de oro a Nelson Mandela” que llevaba 25 años confinado por los afrikaners –tataranietos de los primeros holandeses- en la prisión de Robben Island y todavía pasaría dos más hasta que el 11 de febrero de 1990 fuera liberado.
Parece broma pero fue cierto: un negro holandés brindando 
su triunfo a un negro sudafricano encarcelado por un blanco holandés. 
terug naar Den Haag (vuelta a La Haya)
En tren de Station Blaak a Den Haag Centraal Station y 
paseando, pues la noche lo merece, a Laan van Roos en Dorn. De camino vemos una furgoneta de la policía junto a un grupo de mendigos. Le pregunto a David si los están echando de ahí. “No” –me responde- “les están dando de cenar”. No comment.
Esta noche, caemos redondos, agotados después del largo día. 
Yo, con la imagen de Gullit, un pedazo negro de metro noventa, espaldas como armarios y pelo rizado hasta media espalda, tocando la guitarra para que este lugar donde vivimos pueda ser un lugar mejor.
Hasta mañana¡
Dnl. 
León, Septiembre de 2010.