29 de enero de 2011

Córdoba, con C de Cultura (4-5)

 
(Para las grandes mujeres que, como Lubna, han sido invisibles
en una historia contada por y para hombres)
(fotografías de http://www.artencordoba.es/)

“ Por cada muro un lamento en Jerusalén la dorada
y mil vidas malgastadas por cada mandamiento.
Yo soy polvo de tu viento y aunque sangro de tu herida,
y cada piedra querida guarda mi amor más profundo,
no hay una piedra en el mundo que valga lo que una vida
Yo soy un moro judío que vive con los cristianos,
no sé que Dios es el mío ni cuales son mis hermanos”
Jorge Drexler, “Milonga del moro judío”, Eco2.

¡!Here comes the sun¡¡ como cantaban The Beatles
Al día siguiente, Córdoba, obediente al hombre del tiempo, nos ofrece
un día soleado, radiante, espléndido con lo que, tras el generoso desayuno
 del hotel (nuevamente ¡!gracias Intercacciona Planet¡¡ -ya no lo digo más
 para que no parezca que hago la pelota para el concurso del año que
viene…) salimos felices de paseo hacia el Alcázar de los Reyes Cristianos
 donde vemos una mezcla entre recio castillo castellano (el edificio)


y fino palacio omeya (los jardines). 
 

En él están expuestos algunos de los impresionantes mosaicos que
rescataron de la Plaza de la Corredera. Uno de ellos, de dimensiones y
belleza impresionante, representa a Océano, hijo de Gea -el portero del
Atleti, no, es mujer y es otra, la Tierra- y Urano –el Cielo- con su mujer
Tetris cuyos hijos dieron lugar a los ríos, fuentes,… (menuda historia de
romanos cuando todos sabemos que la tierra la creo nuestro dios, lo hizo
 en seis días y el séptimo, como era domingo, descansó).
En otro, Medusa, la única diosa mortal, a quien Minerva, celosooona….,
convirtió sus cabellos en serpientes por dejarse seducir por Neptuno,
su chico.  
Dejamos que el sol mañanero nos acaricie mientras paseamos por los
jardines del alcázar y, poco a poco, nos acercamos a la Torre de Belén
que en su día formaba parte del conocido como Castillo de la Judería,
destruido durante el pogrom de 1391 (del ruso погром, pogrom,
devastación: linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado,
de un grupo étnico o religioso acompañado de la destrucción o el expolio
de sus bienes). Por aquel entonces, y a pesar que Fernando III fue
 moderado, la cosa ya se había puesto fea y la cordialidad entre vecinos que
 aunque de diferentes equipos se prestan la sal, celebran juntos las fiestas
y tal … se había acababa… Eran órdenes del obispado de Sevilla, al que
 ya se le había olvidado el artículo 1º “amaos los unos a los otros como
yo os he amado”.
Desde la Torre de Belén paseamos por al barrio de San Basilio, 
¡recomendación¡, levantado por los primeros cristianos tras la conquista
de la ciudad, que tiene un gran sabor cordobés, parece un pueblo blanco
dentro de la ya blanca Córdoba. Dicen que durante la Fiesta de las patios
es un lugar digno de ver pues esos portones hoy cerrados se abren para
mostrar los patios cordobeses más bonitos de toda la ciudad. Como se
celebra el centenario del nacimiento Miguel Hernández, aunque alicantino,
 los cordobeses adornan sus balcones de los diferentes barrios con detalles
de su poesía -truncada a los 32 años por los herederos de Torquemada-. En
este barrio, se lee “mi casa es una ciudad con las puertas a la aurora”. 
Y después de tomarnos un cafecito caliente en una tasquita del barrio, 
vamos callejeando hasta los baños califales, uno de los lugares preferidos
de nuestro siguiente protagonista…
AL HAKAM II, que no mojó hasta los cuarenta y seis…
Pero aunque hayamos visto el palacio cristiano, todavía nos quedan 
califas… De todos, éste es el que más penica me da. Nacido en 915, su
madre fue la cristiana Maryan, esclava-madre (umm wallad) preferida
de su padre. Una vez que a sus hermanos los mandaron a gozar del
 “dolce fare niente” (no dar un palo al agua, vamos) y vivir como
príncipes –aunque fueran infantes-, su celoso padre Adb al-Rahman
 lo encerró en palacio y no le dejó salir ni un solo día “ni dio ocasión de
 tomar mujer de más o menos edad” –como dice el opaco Arjona. 
Vamos que mientras los hermanos se lo pasaban pipa, éste, por el ser
 el mayor, primogénito, heredero y preferido de su padre no se comía
 un colín (esto nos suele pasar a los hermanos mayores…) y agotó los
 mejores días de su vida, cuando más “necesidá” tenía de cariñitos de
mujer, en casa, castigado sin salir. Supongo que se consolaba pensando
en que “!todo era poco por el califato¡”
El 16 de Octubre de 961 sube al trono. A sus cuarenta y seis años y una
vez muerto su padre, puede salir del alcázar. Toda una vida encerrado
 en una jaula de oro que soportó con paciencia pero que la prolongada
-¡encima!- vida de su padre, le dejó sin disfrutar los mejores años de su
vida mezclándose con el tumulto de las callejuelas de la judería,
perdiéndose en alguna pensión, …
Manda ampliar la mezquita pues se había quedado pequeña
acompañando a jeques y arquitectos en la construcción –después de tantos
 años encerrado  me imagino que cualquier excusa fuera buena para salir
del Alcazar-. Añadió once naves, los más bellas de cuantas ampliaciones
 se hicieron en la mezquita.
Es en Enero del 967 cuando empiezan a correr las aguas por los
depósitos de la mezquita y en las pilas de las abluciones a las que llegaban
 por tubos de plomo para que no se ensuciara el agua. El agua corriente,
como la conocemos hoy en día corría por primera vez en Hispania. Tan
contentos –o bien pagados estaban los poetas locales- que le dedicaron
una casida –poema árabe de alabanza a un gobernante o rey (ahora son
 los editoriales en los periódicos que cada partido se procura):
“has roto los flancos de la tierra para 
encontrar raudales de agua,
la más pura que llevas a la mezquita,…
…un acto glorioso y una buena obra
en bien del pueblo, 
de quien eres pastor y protector”
El cachondo de Al Hakim, no dijo ni mú de que las aguas procedieran no
de  los “rotos flancos de la tierra” sino de un acueducto romano que el califa
 mando desviar… Y todo sus súbditos con la boca abierta. Entonces también
les engañaban con sus periódicos…
El Califa Julio Anguita y su fino
Poco más de 1010 años después, otro Califa, Julio Anguita, alcalde de 
Córdoba, inauguró la primera depuradora de aguas residuales de España,
 sin ayuda estatal alguna –era comunista y gobernaba la derecha…y al
enemigo, ni agua (nunca mejor dicho)-, con el presupuesto del
Ayuntamiento recrecido con el aumento del recibo del agua. Los
cordobeses no tardaron en bautizar el agua como “Fino Anguita”.
¡Cashondos¡   
A los cuatro años de reinado, se produce la buena nueva del nacimiento
del heredero de la corona, el príncipe Hixam, el futuro califa Hixam II.
Su madre, nuevamente, una princesa esclava de origen navarro, de
nombre Subh, Aurora.
Su gran capricho, los caballos para los que hizo crear las Caballerizas 
del califato para la mejora y cría de los caballos al servicio del soberano
 y la corte.
Cada vez que se iba “de  bolos” a tocar las narices de los reyes cristianos
del norte, escogía sus mejores caballos y mandaba a sus altos signatarios
a que requisaran los mejores caballos de las coras (algo así como las
 comunidades autónomas del reino de Al Andalus), todos ellos de
raza hispano-árabe surgida de la mezcla entre los caballos existentes
con los traídos por los bereberes del norte de África (los caballos,
como los califas, eran mezcla indígena y árabe).
Al principio, si la cosa se ponía fea, pedía ayuda a los fabulosos jinetes 
bereberes del norte de África. Pasado el tiempo el califa encontró en
estos jinetes y en sus caballos un auténtico aliado de gran coraje,
-“diríase que nacieron debajo de ellos y que ellos nacieron sobre sus
 lomos” decía el poeta-. Acabó alistándolos en el ejército –y como se
dice vulgarmente metió a los gallos en el gallinero y luego ya nos los
 sacaría sino que saldrían las gallinas, o sea los omeyas-.
Aparece en escena el malo de la peli, Al Mansur billah
¿Por qué? Pues porque, pasados unos años, estos jinetes bereberes 
cambiarían el curso de la historia de Al Andalus ya que el califa
Al Hakam los puso al servicio de su hijo Hixam, el llamado a ocupar
su puesto, los señaló con su predilección, los colmó de bienes, los elevó
 a las altas categorías del ejército, les convirtió en fuerza personal suya
 y –ahí si que la pifió- encargó sus asuntos al algecireño
Muhammad ibn ‘ Amir, de nombre artístico Al Mansur billah (el
Victorioso por Alá), para los amigos y enemigos: Almanzor.
El reinado de Al Hakam II, noveno soberano de la dinastía omeya 
peninsular y segundo califa de la España musulmana, fue uno de los
más fecundos y pacíficos de los omeyas españoles (la calma que precede
 a la tormenta…). Guiado por su afición a las letras, las ciencias y
las artes (¡qué remedio, todo el día en casa sin que su padre le dejara salir
 ni para echar una cana al aire…!), empleó todos los recursos del Estado
en hacer de Córdoba el centro del saber occidental.
Creó una biblioteca, símbolo de esta cultura andalusí, pluralista, tolerante
y universalista, con más de 400.000 volúmenes que abarcaban todas las
 ramas del saber. Tenía anejo un taller de escribanía con copistas,
miniaturistas y encuadernadores. Su directora Lubna, secretaria
de Al hakam II. Según cronistas, en un solo arrabal de la ciudad podía
 haber unas ciento setenta mujeres dedicadas a la copia de libros, lo que da
 una idea de la cultura a la que llegó la mujer cordobesa en aquellas
fechas.
Lubna, un ejemplo más de que la historia está escrita por hombres y para
hombres y que una mujer culta, que dirigió la más impresionante de las
bibliotecas de la historia, la conozcamos de refilón en una visita a la casa
sefardí –que luego os contamos-. Chicas que leáis esto: ¡os animo a que
leáis algo sobre Lubna o sobre Wallada, poeta judía sefardí, ambas dos
 cordobesas de toda la vida!. Y nos lo contéis.
Al Hakam murió un primero de Octubre de 976. 
Y aquí se acabó la calma…
ENTRE TODOS ELLOS, AUNQUE ESTABAN ANTES QUE 
TODOS ELLOS, LOS JUDÍOS…

La Judería de Córdoba, 
patrimonio merecido de la humanidad 
Volvamos al presente y, dejando atrás los baños árabes, nos adentramos
en el antiguo barrio de la judería, donde sientes algo especial. Calles
estrechas, encaladas, con balcones floridos, enrejados, –alguno de ellos
nos regala otro verso del poeta alicantino “por las calles voy dejando algo
 que voy recogiendo, pedazos de la vida vía venidos desde muy lejos”-.
El paseo es un regalo para los sentidos: recovecos imposibles, plazuelas
en  las que surgen los bustos de personajes ilustres de la córdoba andalusí
como Al-Gafequi, oculista árabe, experto en la operación de cataratas,
en las enfermedades oculares y el iris, autor del primer tratado de
oftalmología y probable responsable de que lo que antes se llamaban
anteojos pasaran a llamarse gafas… o no.
En uno de esos quiebros nos encontramos con la sinagoga, en cuya entrada
nos recibe el busto de otro ilustre personaje, esta vez un judío en la España
árabe, Maimónides, filósofo y científico, autor de la Guía de los Perplejos,
auténtica enciclopedia del saber del siglo XIII. Tuvo que salir por piernas
 pues los torquemadas árabes, los almohades, que se habían hecho cargo
 de Córdoba le estaban haciendo la vida imposible y fue a la corte del sultán
 de Damasco, Saladino, como médico personal.
La sinagoga construida en el año 5075

Entramos en la sinagoga, construida en el año 5075… … (1315 del 
calendario judío), la única sinagoga primitiva que se conservan en
Andalucía, una de las tres únicas que se conservan en España.
Las otras dos…
tic…tac…tic…
en Toledo, cómo no.
Al entrar, maravilla la belleza de la decoración para la cual únicamente 
utilizan figuras geométricas
–como sus ahora enemigos los musulmanes-,
versos de su Libro 
–como sus ahora enemigos musulmanes-
que rodean los arcos de herradura y arcos polilobulados 
–como sus ahora enemigos musulmanes-
y donde se representa la Hamsa, la mano de Miryam, 
(de Fátima) para sus ahora enemigos musulmanes.
Qué difícil entender (o qué fácil, depende) cómo dos religiones que han 
sido hermanas de sangre, de leche, de origen, de casi todo, puedan llegar
 a odiarse tanto (o los intereses que hay detrás de ellos hayan hecho tanto
 porque así sea). Si cierras los ojos y los vuelves a abrir podrías estar en
una nave de una mezquita. La diferencia, las letras del texto. Entonces se
respetaban, más incluso entre ellos que con los cristianos, más dados a
marcar diferencias.
En 1492, dejó de ser sinagoga, de la mano de Torquemada, brazo armado
de la pareja que tanto-montaba-montaba-tanto-.  Ya no hacía falta,
desde el 10 de agosto no había judíos en España. La limpiaron, la
encalaron y la consagraron primero a San Quiteria –patrona del hospital
 de hidrófobos para el que hacía de capilla- y luego a San Crispin y San
Cipriano, patrones de los zapateros de cuyo gremio pasó a depender.
Salimos a la calle, nos despedimos con una mirada cómplice de 
Maimónides. En frente, desde un balcón Miguel Hernández -¡gracias!
nos defiende a los curiosos: “vocación de mirar, ¿qué más precisas?”.
Nos vamos a la  Casa de Sefarad  donde David, un joven judío sefardí
nos introducirá a la cultura judeo-sefardí o hispano-judía. Es, para mí,
junto a la mezquita, la visita que más me gusta por mi ignorancia
absoluta de la cultura sefardí y por lo interesante de las historias que nos
 cuentan y nos cantan.
David
David, con su Kipah en la cabeza -a mi pregunta responde que es el 
símbolo de que dios está sobre nuestras cabezas, por encima de todos,
del bien y del mal, símbolo de la humildad del hombre ante el
todopoderoso-, nos cuenta que en España vivió la mayor población
judía del mundo, que trabajaban en el comercio, la artesanía,… salvo
algunos pocos intelectuales que ejercían de abogados, de médicos.
Que, si durante el período musulmán pudieron vivir mezclados con
 musulmanes y con cristianos, a los pocos años de la conquista cristiana
 se les obliga a vivir en un único barrio, perfectamente marcado y
delimitado controlando sus entradas y salidas.
Nos cuenta cómo la sinagoga que acabamos de ver es inusualmente
grande –siendo no más que una capilla de cualquier iglesia cristiana o
de la propia mezquita-, que en la judería llegó a haber hasta veinte
sinagogas, algunas de ellas familiares, ubicadas en el patio o en alguna
 de las estancias de la casa. Que cuando se produce la diáspora, y deben
dejar todo aquí, emigran sobre todo a Holanda, Alemania e Inglaterra
 a donde llevan las costumbres españolas, los bordados, la música, la
orfebrería, la costumbre de “expandir l’axuar” (mostrar el ajuar),
el hamin o cocido (donde lo que único que falta es el cerdo),
el pescado frito -que se toma en la fiesta de las luces del rito judío
en que la comida debe acompañarse de aceite de oliva virgen-.
Nos habla en sefardí, prácticamente comprensible para nosotros pues
no es sino el castellano que se hablaba en el siglo XV.
Nos enseña un contrato de boda (ketuba) del siglo XIV por el cual el
esposo se compromete a indemnizar a la esposa con 200 monedas de
plata en caso de que el marido quiera divorciarse porque –y es algo que
no sabía- el judaísmo permite el divorcio (eso sí te quedas sin blanca).
Y nos cuenta que la Torah, el Libro de los judios, lo forman los primeros 
cinco libros del antiguo testamento, el Pentateuco, en cuyas páginas se
reglamente cómo debe vivir un judío, desde cómo deben comer –no
mezclando nunca leche y carne lo que les lleva a tener cazuelas para
calentar la leche y cazuelas para guisar la carne-, hasta los días de fiesta
 a guardar y los ritos a seguir esos días. Y que más de la mitad de los
textos que se utilizan en las liturgias en las sinagogas de todo el mundo
-Nueva York, Jerusalem, Chile,…- fueron escritas en la judería de Córdoba
 por rabinos y poetisas como Wallada, judía cordobesa.
Y sigue fascinando mi mente curiosa contándonos cómo sus meses 
–como sus ahora enemigos musulmanes-
se rigen por el ciclo lunar pero que como tienen doce meses –en vez de
 crear un año febrero bisiesto cada cuatro como nosotros- crean un
“febrero bis” , Adar bet, cada no-me-acuerdo-cuantos-años-dijo, y que
 el vino forma parte central de su cultura, que cada día deben beber un
poco de vino… y nos cuenta tantas cosas más que, al final, con ganas de
conocer más sobre esta gente le pido y me recomienda un libro “Los
sefardíes” de Paloma Díaz-Mas, Editorial Ríopiedra.
Lo que no me cuenta, es que, si suponemos al pueblo judío como el
pueblo perseguido entre los perseguidos, ellos, los judíos sefardíes son
 a su vez, considerados inferiores por los judíos askhenazis –el 80% de la
población judía-, menos puros, menos judíos, porque tuvieron la osadía
de mezclarse con árabes y cristianos y contaminar su cultura y
costumbres con las de árabes y cristianos. Y a estos pobres desgraciados,
 la Católica, los hecho como a perros de su propia tierra, Sefarhad,...
Como decía aquel “Dios sí que existe, lo que pasa que se prodiga poco…”
Y en la habitación de arriba, un catedrático de música nos pide que 
cerremos los ojos, y nos deleita cantándonos canciones sefardíes que,
conforme va avanzando la canción, las va cantando en árabe, en sefardí,
 en castellano lo que hace que, en nuestra sincera oscuridad, nos parezca
en cada caso que son canciones árabes, sefardíes o cantigas castellanas.
 Tal es la singular mezcla y el inmenso sustrato común de estas
 tres culturas.
Nos cuenta además cómo la música sefardí o sefardita nace de los judíos
españoles instalados en Castilla y Aragón que adaptan canciones populares
 castellanas hasta su expulsión en tiempos de los Reyes Católicos, siendo
una fusión de la música árabe y la cristiana: arabe en el ritmo y los
 instrumentos y cristiana por el idioma en que se cantaban, el romance.
Canciones de amor, de cuna, de boda, incluso, alguna picantona.
No sé porqué, si es por la propia belleza de la canción, por mi especial 
sensibilidad a los conflictos falsos entre culturas, a que “daniel echeverría
 jadraque” son tres palabras que provienen de estas tres culturas, a que,
simplemente estoy con la depresión post-cuarenta, a que estoy pensando
 en que es la hora del aperitivo y se aparece una copa de buen fino o a
que me da mucha pena que los intereses creados utilicen como excusa a
un dios, que de ser, sólo puede ser el mismo, dos lágrimas se escapan
de mis ojos. Me prometo aprender algo más de estas ricas culturas de las
que nada nos enseñaron en el colegio...

23 de enero de 2011

Córdoba, con C de Convivencia (3-5)

(Para Ana A. ...a pesar de ser culé)
(para http://www.artencordoba.com/ una increible web sobre una increíble ciudad)
“Tu madre tiene los ojos claros,
yo un tatarabuelo de Brasil  
yo soy del sur, de Montevideo,
y tú mitad de allá y mitad de aquí.
En este mundo tan separado
no hay que ocultar de dónde se és,
pero todos somos de todos lados,

hay que entenderlo de una buena vez
Tu madre se crió en Estocolmo,
la mía al sur de Tacuarembó,
tu madre y yo vinimos al mundo, igual que tú,
porque así lo quiso el amor”


Jorge Drexler, “De amor y casualidad”, Lluvia
ABDERRAMAN II
Siguiendo la tradición familiar, fomentó las artes, las ciencias, la agricultura
y la industria. Fue poeta y puso de moda el gusto por el lujo oriental
atrayendo a su corte a los famosos sabios y artistas de su tiempo como
 el músico Ziryab que, aunque nacido en Bagdad, los celos profesionales
 de su maestro le empujaron a emigrar. Gracias a él, es aquí en este mi
pais donde se introdujo la quinta cuerda en el laúd, el ajedrez, las copas
de cristal en sustitución de las metálicas, el orden en que se debían servir
 los platos, los hoy considerados exquisitos espárragos trigueros,… y
muchas otras cosas más.


 Pero donde mejor se lo pasaba era en los baños del palacio califal que
mando ampliar y embellecer. El califa tenía sus propios baños califales
y una cosa que llama la atención es la belleza de los construidos por
Abd-al Rahman II y las hechas por almorávides y almohades, mucho
 más toscas –para algo consideraban a los omeyas unos degenerados
que, desoyendo las enseñanzas de Mahoma, se había dado al lujo y
la diversión, origen, todos lo sabemos, de todos los pecados…-.   
El baño público o hammám es uno de los centros principales de la 
vida social donde se hacían negocios, se confabulaba, se urdían intrigas
 y donde, en algún caso, se consumaban venganzas –entre 1018 y
1024 dos califas fueron asesinados por sus ayudantes mientras
disfrutaban del baño (¡si es que no le dejan bañarse a uno
tranquilo…!)-. Eran a aquella época lo que los campos de golf o los
palcos VIP de los campos de fútbol ahora.
El rey cristiano y su amante
Tan bonitos eran que en 1311, cuando Alfonso XI, a sus 31 años, vino
a Córdoba acompañado de la madre de sus dos hijos, Dña Leonor
De Guzmán, su amante…, para satisfacer sus deseos (que
caprichosona le pedía “¡Anda jo¡, cariño, yo quiero unos iguales…!”)
mandó contratar a un arquitecto árabe para que en el palacio
cristiano construyera unos que no desmerecieran de los baños
del califa omeya.
Mandó también construir más de treinta baños públicos en toda
Córdoba. Por aquel entonces, la pujanza de la ciudad se medía por
 el número de baños. Ahora, salvo en “Villa Meona”, casa de Isabel
Preysler, donde hay más de veinte, la pujanza se mide por la división
 en la que está el equipo de fútbol…
Estos baños desparecieron en 1492 con el "Decreto de la Alhambra" 
por el que definitivamente se expulsaba a judíos y los árabes que
quedaban en la península. Si alguno/a le interesa, en este blog se
explica muy bien y puedes leer el decreto completo –dos páginas,
cada frase un cuchillo, cada párrafo un atentado, sin desperdicio-
(http://brunoalcaraz.blogspot.com/2004/12/el-decreto-de-la-alhambra-o-edicto-de.html)
No me extraña que haya quien defienda que Isabel, la católica, 
murió en “olor” de santidad…
Hammam, el baño árabe (Julio, te veremos en otra ocasión)
Por la tarde arrecia la lluvia así que cogemos un taxi y le pedimos que 
nos acerque al Museo de Bellas Artes y el Museo Julio Romero de Torres
 que comparte solar. De camino, el taxista,  como el camarero carlista,
hace gala de conocer bien la historia y lo que hay que ver en Córdoba.
Conforme nos vamos acercando nos va dando ideas entre ellas la
posibilidad de darnos un baño árabe en una recreación de uno de ellos.
Al llegar al destino, nos encontramos con el Museo de Julio Romero de 
Torres cerrado por reformas (Córdoba se está poniendo guapa para tratar
de lograr ganar la candidatura a Ciudad Europea de la Cultura 2016, de
la que ya ha quedado apeada Pamplona –Yolanda, querida alcaldesa,
teniendo a Córdoba como competidora, lo teníamos muy muy muy
difícil-). Y nos entra la pereza ver cuadros y cuadros en el Museo de
Bellas Artes.
En ese momento, Ana sugiere… ¿Y un baño árabe? ¡Venga! 
Dejamos a Julio Romero de Torres para otra ocasión aunque, si 
alguno no quiere desplazarse hasta Córdoba, en Bilbao, no en la
lata de titanio sino en el Museo de Bellas Artes, edificio y entorno
 precioso, con bonita cafetería con vistas a un gran parque, está
uno de los cuadros más bonitos de este artista cordobés –que no
solo pintaba mujeres guapas con trajes de cordobesa y representaba
 a la mujer andaluza más folclórica-: una mujer, con un niño
pequeño en pantalón corto agarrado al brazo, nos mira, el marido
 no se sabe dónde está (probablemente ella tampoco lo sepa), la
ciudad está nevada, y sus ojos se clavan en ti y te interrogan, te
hipnotizan. No puedes apartar la vista de ellos y te quedas con la
duda de saber porque esos ojos negros tan bellos están tan tristes.  
Llegamos a Hammamd de Al Andalus donde nos dicen que esta 
todo completo hasta las diez de la noche, hora de cierre. Nuestro
gozo en un pozo… “Salvo que ustedes quieran entrar pues ha fallado
 una pareja” ¡¡Alá es grande!! “Claro que sí¡ aunque no tenemos
bañadores…” “Sin problema les alquilamos uno por un euro”. ¡si es
que están en todo¡
El agua es un elemento esencial a la cultura islámica en base al cual 
diseñan sus ciudades. Como pueblos del desierto la tratan como un
lujo.  Además la necesidad de purificación ritual previa a la oración y
la frecuencia de la misma, hacían de esta cultura una de las más
aficionadas a la higiene corporal de cuantas se conocen.
Los omeyas nos enseñaron a regar nuestros campos, llenar nuestras
ciudades y casas con fuentes, a asearnos. El baño semanal, para ir
limpios a misa mayor el domingo, es herencia suya (antes nos
lavábamos un día al mes hiciera falta o no… y en las fiestas grandes,
que eran cuatro…).
Recuerdo a mi abuelo Ricardo (Jadraque) como tenía pánico (el lo 
llamaba “respeto”) al agua. Cuando ya muy mayor le íba a bañar,
se enfadaba conmigo porque le llenaba mucho la bañera y apurado
me decía “!!quita agua, que si no van a poder las aguas conmigo¡¡”. 
 ….También se molestaba al pensar que siendo un chico listo y
estudioso me creyera el cuento de que el hombre había ido a la luna
 en aquel verano de 1969… (y el tiempo parece que le va dando
 la razón)…. Estés dónde estés, abuelo, me sigo acordando de ti siempre
 que creo que he hecho algo importante... 
 
El baño árabe al que entramos, construido en las dependencias y el 
patio  de una casa del siglo XV, como los primitivos, cuenta con
vestuario, salas de agua fría, templada y caliente y el hornillo que calienta
 las aguas. La sala  principal, que ocupa el centro, es la templada. Es
también la estancia más grande, donde pasas más tiempo y esperas tu
turno para que artistas del masaje te llamen.
Sumergido en la zona templada, rodeado de columnas, capiteles y arcos
al más puro estilo califal tu imaginación despierta y te imaginas este
lugar llenos de mujeres desnudas (las lectoras que cambien el sexo de los
 protagonistas, pero el que escribe es lo que imaginó…) descansando,
bebiendo té, aprovechando ese espacio en el que podían tranquilamente,
sin censuras compartir esperanzas, miedos, ilusiones,… dándose los
últimos retoques de maquillaje o peinado... en fin, corto,
que me pongo malo¡
El ambiente es sencillo y acogedor, gracias en buena parte a la 
iluminación, producida de modo indirecto a través de varias pequeñas
aberturas en el techo, en forma de estrella cubiertas por vidrios coloreados
 que dejan pasar una luz tenue y matizada, creando un ambiente de paz
y tranquilidad y las velas situadas a los pies de cada columna.
Suena la dulce voz de la masajista “¿Daniel?”. 
Seguro que con cara de corderito, voy al encuentro de la dueña de esa
cautivadora voz, una chica de largos cabellos negros recogidos en coleta,
tez morena y ojos verdes verdes verdes verdísimos. Dado mi estado de
 “embriaguez tontuna” me ayuda a tumbarme en una especie de mesa de
 mármol octogonal, caliente, donde pareciera que te me va a sacrificar a
 los dioses como cordero pascual. Allí procede al masaje exfoliante
tradicional -al principio me animé… … luego me asusté… pero resultó
 ser una limpieza de piel…- que realiza con un guante Kessa y jabón
natural. Me dejo llevar.
Después un masaje relajante en espalda y piernas con aceites esenciales
entre los que podía elegir -azahar, jazmín, romero,...- “¿Cúal desea?”
pregunta.  “El que tu quieras, Sherezade, pero cuéntale otra historia a
tu sultán Shahriar…” pienso…. esto…  “Jazmín”, digo.
Tras esta experiencia, casi cantando bajo la lluvia vamos a cenar al 
“Caballlo Rojo”, también recomendado y recomendable, donde una
ensalada andalusí y una perdiz con miel regados con unas copillas de fino
 hacen que podamos decir que a la lluvia en Córdoba es pura maravilla…
 (o era en Sevilla… ¡qué más da!) y su fino, gloria bendita.
ABD al-RHAMAN III
Salón al-Kamil del Palacio del emir de Córdoba, corría el año 912. 
Abd-al Rahman III se sienta en el trono para recibir el juramento de
fidelidad empezando por sus tíos paternos, todos ellos con mantos y túnicas
 exteriores blancas en señal de luto por la muerte de su abuelo. Después se
dirige a hacer la oración fúnebre por su abuelo e inhumarlo en su sepulcro
 situado en el jardín del alcázar. También manda enviar cartas a los
gobernadores de todas las coras pidiéndoles el acta de juramento de
fidelidad (“el que se mueva no sale en la foto”, Alfonso Guerra dixit).
Y se hace llamar Califa o Príncipe de los Creyentes (de unos de los
creyentes, claro).
El pequeño Abd al-Rahman quedó huérfano de padre con sólo tres
semanas de vida y creció y se educó al pié del trono real por voluntad
expresa de su abuelo el emir Abd Allah que no tardó en designarle su
sucesor. En palacio se educó en un entorno hispánico, sus primeras clases
 las recibió en lengua romance, ya que en la casa, mujeres, concubinas
y esclavas con quienes convivían eran de origen indígena. Por eso
siempre habló con mayor naturalidad el romance que el árabe.
eusko-kalifa Sabin Abd - al Arana
Soberano hispano-árabe, hijo del príncipe Muhammad y Muzna, cristiana
cautiva Navarra –las del norte de la península eran las preferidas porque
podían hablar con ellas en romance-. Ahora que lo pienso, pero
¿no dicen paisanos míos que en el Reyno de Navarra se hablaba el
euskera, lingua navarrorum?. Será que leemos periódicos diferentes….
Además su abuela era la princesa navarra Iñiga, hija de Fortún el 
Tuerto y nieta del rey de Pamplona Iñigo Arista. Como se entere
Anasagasti… ¡se le despeina el flequillo lateral (o descubre que con
turbante ahorra en gomina…)! Mezclados con moros. Si el eusko-kalifa
Sabin Abd - al Arana hubiera vivido en aquella época esto no hubiera
pasado….
Como su padre y su abuelo, como omeyas procedentes de Siria que eran, 
tenía la piel blanca, los ojos de azul intenso y pelirrojo aunque –coqueto-
 se teñía de negro.
 
Si leías el periódico oficial, el de sus cronistas, atesoraba todos los dones 
intelectuales y morales: era cortés, benévolo, generoso y muy perspicaz.
Una perla, vamos. Si leías los periódicos de la oposición, era cruel y
sanguinario y ejemplar en sus castigos. Para los díscolos…. trajo unos
leones que le regalaron sus amigos del norte de Africa, que guardaba en
lo que todavía hoy se denomina puente de los leones, y cuya manutención
 les salía gratis... Un bicho…. Probablemente no fuera ni lo uno ni lo
otro, como suele pasar.
Dice Arjona en “Historia de Córdoba en el califato omeya” –auténtico
ladrillo insufrible que solamente he sido capaz de leer en transversal para
 sacar alguna curiosidad que amenizara este relato- parece que sí que tenía
 una gran inteligencia y una tenacidad (lo de cabezota le vendría de
por parte navarra… digo yo… no es muy riguroso… pero es que no soy
 historiador), una gran ambición y cierta rigidez que, en ocasiones se
manifestaba en arrebatos de cólera (vamos que como se cabreara…
ponía a todos mirando para la Meca).  
Parece que como devoto no pasará a la historia, fue fanático y muy 
tolerante con las minorías cristianas y judías. Menos con los rebeldes
árabes y los sectores cristianos-visigodos que de vez en cuando se
sublevaban y que eran los que le quitaban el sueño. Pero con
cimitarrazo aquí, pacto allí, parece que dejó a todos como la seda
 Al Andalus y pudo dedicarse a lo que realmente le gustaba: el arte,
el lujo y la ampliación de la Mezquita Al Jama, la grande, la de las postales,
 en la que se hacía el rezo de los viernes al que no debía faltar n
i Alá (Ni Dios –nota del agnóstico traductor respetuoso pluriconfesional-).
Si bien en Córdoba llegó a haber más de 200 mezquitas, Al jama,
la grande, solamente hubo una.
De la Ceca a la Meca….
Y así que iba de la Ceca (casa de la Moneda donde acuñaban los dinares
y dirhemes para gastarse sus caprichitos) a la Meca (en su caso,
la Mezquita) donde derrochaba gusto y dinero en columnas, capiteles,
arcos, que todavía hoy quitan el hipo y en una torre o alminar que debía
dejar en ridículo a la giralda de Sevilla por altura y esbeltez –qué pena que
esté embutida en el campanario que se puede ver ahora-). Ya me he
enterado de dónde viene eso de ir de la Ceca a la Meca…
Dinero- Rezar- Dinero-Rezar-Di… … ¡No sigo que me caliento!
En su ampliación ya no utilizó capiteles y columnas recicladas sino 
que se labraron especialmente para la ocasión. La verdad es que esta
parte te deja boquiabierto, incapaz de digerir tanto gusto, tanta belleza,
 tanto detalle, tanta maravilla en tan poco espacio. Te quedas sentado
en el suelo, apoyado sobre una columna y empiezas a mirar a tu alrededor
 y, al menos a mí, se te poner la carne de gallina. ¡qué locura más
maravillosa! Que me hace recordar una frase de “El Tercer hombre”
de Graham Greene:
“En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras 
matanzas, asesinatos... Pero también Miguel Ángel, Leonardo y El
 Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años
 de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj
de cuco"
No todo fue alegrías para Abd al-Rahman III. Su único y pero gran
disgusto, perder la batalla de Simancas que, dicen, cuentan, se
rumorea, le sumió en una profunda depresión de la que no levantó
cabeza (¡¡qué mal perder!! ¿no?) de la que solamente le sacaba sus
 visitas a su sueño (¡!y de quién no¡¡) hecho realidad: el palacio de
 los palacios, el lujo de los lujos, Madinat al-Zahra, donde recibiría
 a los príncipes cristianos -navarros, leoneses, francos,
damasquinos,…- que volvían a sus reinos muertos de envidia y
rabia al tener que reconocer que sus castillos eran unos chalets
con forma de almacenes de ganado comparados con el esplendor
y el lujo que habían visto.
Y es que Córdoba era ya la capital de uno de los estados más florecientes
de Europa y del Occidente islámico. Su población rondaba los 300.000
habitantes cuando Londres y Paris no llegaban a los 20.000 y las capitales
de los dos reinos cristianos más potentes, León y Pamplona no pasaban
de 5.000.  Durante su califato llegaron a este mi país los mayores
 avances en ciencia, medicina, cirugía, astrología, arte, poesía, música
y arquitectura. Y, sobre todo, nos enseñaron a que las “tres culturas
del libro (cada uno el suyo)” eran capaces de convivir de forma creativa
 sin mayores problemas entre musulmanes, cristianos y judíos, más
allá de lógicas riñas de vecindad y algún conato de integrismo de unos
 u otros. Comparado con mi comunidad de vecinos, nada.
 
Lo que, depresivo o no, no hacía era perder el tiempo y, claro, teniendo
en cuenta que no había televisión, ni fútbol, ni partidos de pelota, ni… 
pues tuvo once hijos y dieciséis hijas –al lado de Abd al-Rahman I que
tuvo cien, un vago- de los cuales solamente le sobrevivieron cinco
varones –el mayor, posteriormente Califa Al-Hakam-.
Como era un tipo listo y se conocía el bacalao familiar, para que los 
infantes no le dieran guerra y sobre todo no tuvieran querencia por el
 trono y riquezas paternas, les regaló una almunia o cortijo a cada uno
en los alrededores de Córdoba para su soslayo al aire libre y beneficio
de sus rentas (que hasta un administrador les ponía que sus rentas
crecieran año tras año). 
Es en abril de 960 cuando Abd- al Rahman III enferma gravemente
de un ataque de parálisis producido por un accidente vascular del
que ya no se recuperaría.