29 de enero de 2011

Córdoba, con C de Cultura (4-5)

 
(Para las grandes mujeres que, como Lubna, han sido invisibles
en una historia contada por y para hombres)
(fotografías de http://www.artencordoba.es/)

“ Por cada muro un lamento en Jerusalén la dorada
y mil vidas malgastadas por cada mandamiento.
Yo soy polvo de tu viento y aunque sangro de tu herida,
y cada piedra querida guarda mi amor más profundo,
no hay una piedra en el mundo que valga lo que una vida
Yo soy un moro judío que vive con los cristianos,
no sé que Dios es el mío ni cuales son mis hermanos”
Jorge Drexler, “Milonga del moro judío”, Eco2.

¡!Here comes the sun¡¡ como cantaban The Beatles
Al día siguiente, Córdoba, obediente al hombre del tiempo, nos ofrece
un día soleado, radiante, espléndido con lo que, tras el generoso desayuno
 del hotel (nuevamente ¡!gracias Intercacciona Planet¡¡ -ya no lo digo más
 para que no parezca que hago la pelota para el concurso del año que
viene…) salimos felices de paseo hacia el Alcázar de los Reyes Cristianos
 donde vemos una mezcla entre recio castillo castellano (el edificio)


y fino palacio omeya (los jardines). 
 

En él están expuestos algunos de los impresionantes mosaicos que
rescataron de la Plaza de la Corredera. Uno de ellos, de dimensiones y
belleza impresionante, representa a Océano, hijo de Gea -el portero del
Atleti, no, es mujer y es otra, la Tierra- y Urano –el Cielo- con su mujer
Tetris cuyos hijos dieron lugar a los ríos, fuentes,… (menuda historia de
romanos cuando todos sabemos que la tierra la creo nuestro dios, lo hizo
 en seis días y el séptimo, como era domingo, descansó).
En otro, Medusa, la única diosa mortal, a quien Minerva, celosooona….,
convirtió sus cabellos en serpientes por dejarse seducir por Neptuno,
su chico.  
Dejamos que el sol mañanero nos acaricie mientras paseamos por los
jardines del alcázar y, poco a poco, nos acercamos a la Torre de Belén
que en su día formaba parte del conocido como Castillo de la Judería,
destruido durante el pogrom de 1391 (del ruso погром, pogrom,
devastación: linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado,
de un grupo étnico o religioso acompañado de la destrucción o el expolio
de sus bienes). Por aquel entonces, y a pesar que Fernando III fue
 moderado, la cosa ya se había puesto fea y la cordialidad entre vecinos que
 aunque de diferentes equipos se prestan la sal, celebran juntos las fiestas
y tal … se había acababa… Eran órdenes del obispado de Sevilla, al que
 ya se le había olvidado el artículo 1º “amaos los unos a los otros como
yo os he amado”.
Desde la Torre de Belén paseamos por al barrio de San Basilio, 
¡recomendación¡, levantado por los primeros cristianos tras la conquista
de la ciudad, que tiene un gran sabor cordobés, parece un pueblo blanco
dentro de la ya blanca Córdoba. Dicen que durante la Fiesta de las patios
es un lugar digno de ver pues esos portones hoy cerrados se abren para
mostrar los patios cordobeses más bonitos de toda la ciudad. Como se
celebra el centenario del nacimiento Miguel Hernández, aunque alicantino,
 los cordobeses adornan sus balcones de los diferentes barrios con detalles
de su poesía -truncada a los 32 años por los herederos de Torquemada-. En
este barrio, se lee “mi casa es una ciudad con las puertas a la aurora”. 
Y después de tomarnos un cafecito caliente en una tasquita del barrio, 
vamos callejeando hasta los baños califales, uno de los lugares preferidos
de nuestro siguiente protagonista…
AL HAKAM II, que no mojó hasta los cuarenta y seis…
Pero aunque hayamos visto el palacio cristiano, todavía nos quedan 
califas… De todos, éste es el que más penica me da. Nacido en 915, su
madre fue la cristiana Maryan, esclava-madre (umm wallad) preferida
de su padre. Una vez que a sus hermanos los mandaron a gozar del
 “dolce fare niente” (no dar un palo al agua, vamos) y vivir como
príncipes –aunque fueran infantes-, su celoso padre Adb al-Rahman
 lo encerró en palacio y no le dejó salir ni un solo día “ni dio ocasión de
 tomar mujer de más o menos edad” –como dice el opaco Arjona. 
Vamos que mientras los hermanos se lo pasaban pipa, éste, por el ser
 el mayor, primogénito, heredero y preferido de su padre no se comía
 un colín (esto nos suele pasar a los hermanos mayores…) y agotó los
 mejores días de su vida, cuando más “necesidá” tenía de cariñitos de
mujer, en casa, castigado sin salir. Supongo que se consolaba pensando
en que “!todo era poco por el califato¡”
El 16 de Octubre de 961 sube al trono. A sus cuarenta y seis años y una
vez muerto su padre, puede salir del alcázar. Toda una vida encerrado
 en una jaula de oro que soportó con paciencia pero que la prolongada
-¡encima!- vida de su padre, le dejó sin disfrutar los mejores años de su
vida mezclándose con el tumulto de las callejuelas de la judería,
perdiéndose en alguna pensión, …
Manda ampliar la mezquita pues se había quedado pequeña
acompañando a jeques y arquitectos en la construcción –después de tantos
 años encerrado  me imagino que cualquier excusa fuera buena para salir
del Alcazar-. Añadió once naves, los más bellas de cuantas ampliaciones
 se hicieron en la mezquita.
Es en Enero del 967 cuando empiezan a correr las aguas por los
depósitos de la mezquita y en las pilas de las abluciones a las que llegaban
 por tubos de plomo para que no se ensuciara el agua. El agua corriente,
como la conocemos hoy en día corría por primera vez en Hispania. Tan
contentos –o bien pagados estaban los poetas locales- que le dedicaron
una casida –poema árabe de alabanza a un gobernante o rey (ahora son
 los editoriales en los periódicos que cada partido se procura):
“has roto los flancos de la tierra para 
encontrar raudales de agua,
la más pura que llevas a la mezquita,…
…un acto glorioso y una buena obra
en bien del pueblo, 
de quien eres pastor y protector”
El cachondo de Al Hakim, no dijo ni mú de que las aguas procedieran no
de  los “rotos flancos de la tierra” sino de un acueducto romano que el califa
 mando desviar… Y todo sus súbditos con la boca abierta. Entonces también
les engañaban con sus periódicos…
El Califa Julio Anguita y su fino
Poco más de 1010 años después, otro Califa, Julio Anguita, alcalde de 
Córdoba, inauguró la primera depuradora de aguas residuales de España,
 sin ayuda estatal alguna –era comunista y gobernaba la derecha…y al
enemigo, ni agua (nunca mejor dicho)-, con el presupuesto del
Ayuntamiento recrecido con el aumento del recibo del agua. Los
cordobeses no tardaron en bautizar el agua como “Fino Anguita”.
¡Cashondos¡   
A los cuatro años de reinado, se produce la buena nueva del nacimiento
del heredero de la corona, el príncipe Hixam, el futuro califa Hixam II.
Su madre, nuevamente, una princesa esclava de origen navarro, de
nombre Subh, Aurora.
Su gran capricho, los caballos para los que hizo crear las Caballerizas 
del califato para la mejora y cría de los caballos al servicio del soberano
 y la corte.
Cada vez que se iba “de  bolos” a tocar las narices de los reyes cristianos
del norte, escogía sus mejores caballos y mandaba a sus altos signatarios
a que requisaran los mejores caballos de las coras (algo así como las
 comunidades autónomas del reino de Al Andalus), todos ellos de
raza hispano-árabe surgida de la mezcla entre los caballos existentes
con los traídos por los bereberes del norte de África (los caballos,
como los califas, eran mezcla indígena y árabe).
Al principio, si la cosa se ponía fea, pedía ayuda a los fabulosos jinetes 
bereberes del norte de África. Pasado el tiempo el califa encontró en
estos jinetes y en sus caballos un auténtico aliado de gran coraje,
-“diríase que nacieron debajo de ellos y que ellos nacieron sobre sus
 lomos” decía el poeta-. Acabó alistándolos en el ejército –y como se
dice vulgarmente metió a los gallos en el gallinero y luego ya nos los
 sacaría sino que saldrían las gallinas, o sea los omeyas-.
Aparece en escena el malo de la peli, Al Mansur billah
¿Por qué? Pues porque, pasados unos años, estos jinetes bereberes 
cambiarían el curso de la historia de Al Andalus ya que el califa
Al Hakam los puso al servicio de su hijo Hixam, el llamado a ocupar
su puesto, los señaló con su predilección, los colmó de bienes, los elevó
 a las altas categorías del ejército, les convirtió en fuerza personal suya
 y –ahí si que la pifió- encargó sus asuntos al algecireño
Muhammad ibn ‘ Amir, de nombre artístico Al Mansur billah (el
Victorioso por Alá), para los amigos y enemigos: Almanzor.
El reinado de Al Hakam II, noveno soberano de la dinastía omeya 
peninsular y segundo califa de la España musulmana, fue uno de los
más fecundos y pacíficos de los omeyas españoles (la calma que precede
 a la tormenta…). Guiado por su afición a las letras, las ciencias y
las artes (¡qué remedio, todo el día en casa sin que su padre le dejara salir
 ni para echar una cana al aire…!), empleó todos los recursos del Estado
en hacer de Córdoba el centro del saber occidental.
Creó una biblioteca, símbolo de esta cultura andalusí, pluralista, tolerante
y universalista, con más de 400.000 volúmenes que abarcaban todas las
 ramas del saber. Tenía anejo un taller de escribanía con copistas,
miniaturistas y encuadernadores. Su directora Lubna, secretaria
de Al hakam II. Según cronistas, en un solo arrabal de la ciudad podía
 haber unas ciento setenta mujeres dedicadas a la copia de libros, lo que da
 una idea de la cultura a la que llegó la mujer cordobesa en aquellas
fechas.
Lubna, un ejemplo más de que la historia está escrita por hombres y para
hombres y que una mujer culta, que dirigió la más impresionante de las
bibliotecas de la historia, la conozcamos de refilón en una visita a la casa
sefardí –que luego os contamos-. Chicas que leáis esto: ¡os animo a que
leáis algo sobre Lubna o sobre Wallada, poeta judía sefardí, ambas dos
 cordobesas de toda la vida!. Y nos lo contéis.
Al Hakam murió un primero de Octubre de 976. 
Y aquí se acabó la calma…
ENTRE TODOS ELLOS, AUNQUE ESTABAN ANTES QUE 
TODOS ELLOS, LOS JUDÍOS…

La Judería de Córdoba, 
patrimonio merecido de la humanidad 
Volvamos al presente y, dejando atrás los baños árabes, nos adentramos
en el antiguo barrio de la judería, donde sientes algo especial. Calles
estrechas, encaladas, con balcones floridos, enrejados, –alguno de ellos
nos regala otro verso del poeta alicantino “por las calles voy dejando algo
 que voy recogiendo, pedazos de la vida vía venidos desde muy lejos”-.
El paseo es un regalo para los sentidos: recovecos imposibles, plazuelas
en  las que surgen los bustos de personajes ilustres de la córdoba andalusí
como Al-Gafequi, oculista árabe, experto en la operación de cataratas,
en las enfermedades oculares y el iris, autor del primer tratado de
oftalmología y probable responsable de que lo que antes se llamaban
anteojos pasaran a llamarse gafas… o no.
En uno de esos quiebros nos encontramos con la sinagoga, en cuya entrada
nos recibe el busto de otro ilustre personaje, esta vez un judío en la España
árabe, Maimónides, filósofo y científico, autor de la Guía de los Perplejos,
auténtica enciclopedia del saber del siglo XIII. Tuvo que salir por piernas
 pues los torquemadas árabes, los almohades, que se habían hecho cargo
 de Córdoba le estaban haciendo la vida imposible y fue a la corte del sultán
 de Damasco, Saladino, como médico personal.
La sinagoga construida en el año 5075

Entramos en la sinagoga, construida en el año 5075… … (1315 del 
calendario judío), la única sinagoga primitiva que se conservan en
Andalucía, una de las tres únicas que se conservan en España.
Las otras dos…
tic…tac…tic…
en Toledo, cómo no.
Al entrar, maravilla la belleza de la decoración para la cual únicamente 
utilizan figuras geométricas
–como sus ahora enemigos los musulmanes-,
versos de su Libro 
–como sus ahora enemigos musulmanes-
que rodean los arcos de herradura y arcos polilobulados 
–como sus ahora enemigos musulmanes-
y donde se representa la Hamsa, la mano de Miryam, 
(de Fátima) para sus ahora enemigos musulmanes.
Qué difícil entender (o qué fácil, depende) cómo dos religiones que han 
sido hermanas de sangre, de leche, de origen, de casi todo, puedan llegar
 a odiarse tanto (o los intereses que hay detrás de ellos hayan hecho tanto
 porque así sea). Si cierras los ojos y los vuelves a abrir podrías estar en
una nave de una mezquita. La diferencia, las letras del texto. Entonces se
respetaban, más incluso entre ellos que con los cristianos, más dados a
marcar diferencias.
En 1492, dejó de ser sinagoga, de la mano de Torquemada, brazo armado
de la pareja que tanto-montaba-montaba-tanto-.  Ya no hacía falta,
desde el 10 de agosto no había judíos en España. La limpiaron, la
encalaron y la consagraron primero a San Quiteria –patrona del hospital
 de hidrófobos para el que hacía de capilla- y luego a San Crispin y San
Cipriano, patrones de los zapateros de cuyo gremio pasó a depender.
Salimos a la calle, nos despedimos con una mirada cómplice de 
Maimónides. En frente, desde un balcón Miguel Hernández -¡gracias!
nos defiende a los curiosos: “vocación de mirar, ¿qué más precisas?”.
Nos vamos a la  Casa de Sefarad  donde David, un joven judío sefardí
nos introducirá a la cultura judeo-sefardí o hispano-judía. Es, para mí,
junto a la mezquita, la visita que más me gusta por mi ignorancia
absoluta de la cultura sefardí y por lo interesante de las historias que nos
 cuentan y nos cantan.
David
David, con su Kipah en la cabeza -a mi pregunta responde que es el 
símbolo de que dios está sobre nuestras cabezas, por encima de todos,
del bien y del mal, símbolo de la humildad del hombre ante el
todopoderoso-, nos cuenta que en España vivió la mayor población
judía del mundo, que trabajaban en el comercio, la artesanía,… salvo
algunos pocos intelectuales que ejercían de abogados, de médicos.
Que, si durante el período musulmán pudieron vivir mezclados con
 musulmanes y con cristianos, a los pocos años de la conquista cristiana
 se les obliga a vivir en un único barrio, perfectamente marcado y
delimitado controlando sus entradas y salidas.
Nos cuenta cómo la sinagoga que acabamos de ver es inusualmente
grande –siendo no más que una capilla de cualquier iglesia cristiana o
de la propia mezquita-, que en la judería llegó a haber hasta veinte
sinagogas, algunas de ellas familiares, ubicadas en el patio o en alguna
 de las estancias de la casa. Que cuando se produce la diáspora, y deben
dejar todo aquí, emigran sobre todo a Holanda, Alemania e Inglaterra
 a donde llevan las costumbres españolas, los bordados, la música, la
orfebrería, la costumbre de “expandir l’axuar” (mostrar el ajuar),
el hamin o cocido (donde lo que único que falta es el cerdo),
el pescado frito -que se toma en la fiesta de las luces del rito judío
en que la comida debe acompañarse de aceite de oliva virgen-.
Nos habla en sefardí, prácticamente comprensible para nosotros pues
no es sino el castellano que se hablaba en el siglo XV.
Nos enseña un contrato de boda (ketuba) del siglo XIV por el cual el
esposo se compromete a indemnizar a la esposa con 200 monedas de
plata en caso de que el marido quiera divorciarse porque –y es algo que
no sabía- el judaísmo permite el divorcio (eso sí te quedas sin blanca).
Y nos cuenta que la Torah, el Libro de los judios, lo forman los primeros 
cinco libros del antiguo testamento, el Pentateuco, en cuyas páginas se
reglamente cómo debe vivir un judío, desde cómo deben comer –no
mezclando nunca leche y carne lo que les lleva a tener cazuelas para
calentar la leche y cazuelas para guisar la carne-, hasta los días de fiesta
 a guardar y los ritos a seguir esos días. Y que más de la mitad de los
textos que se utilizan en las liturgias en las sinagogas de todo el mundo
-Nueva York, Jerusalem, Chile,…- fueron escritas en la judería de Córdoba
 por rabinos y poetisas como Wallada, judía cordobesa.
Y sigue fascinando mi mente curiosa contándonos cómo sus meses 
–como sus ahora enemigos musulmanes-
se rigen por el ciclo lunar pero que como tienen doce meses –en vez de
 crear un año febrero bisiesto cada cuatro como nosotros- crean un
“febrero bis” , Adar bet, cada no-me-acuerdo-cuantos-años-dijo, y que
 el vino forma parte central de su cultura, que cada día deben beber un
poco de vino… y nos cuenta tantas cosas más que, al final, con ganas de
conocer más sobre esta gente le pido y me recomienda un libro “Los
sefardíes” de Paloma Díaz-Mas, Editorial Ríopiedra.
Lo que no me cuenta, es que, si suponemos al pueblo judío como el
pueblo perseguido entre los perseguidos, ellos, los judíos sefardíes son
 a su vez, considerados inferiores por los judíos askhenazis –el 80% de la
población judía-, menos puros, menos judíos, porque tuvieron la osadía
de mezclarse con árabes y cristianos y contaminar su cultura y
costumbres con las de árabes y cristianos. Y a estos pobres desgraciados,
 la Católica, los hecho como a perros de su propia tierra, Sefarhad,...
Como decía aquel “Dios sí que existe, lo que pasa que se prodiga poco…”
Y en la habitación de arriba, un catedrático de música nos pide que 
cerremos los ojos, y nos deleita cantándonos canciones sefardíes que,
conforme va avanzando la canción, las va cantando en árabe, en sefardí,
 en castellano lo que hace que, en nuestra sincera oscuridad, nos parezca
en cada caso que son canciones árabes, sefardíes o cantigas castellanas.
 Tal es la singular mezcla y el inmenso sustrato común de estas
 tres culturas.
Nos cuenta además cómo la música sefardí o sefardita nace de los judíos
españoles instalados en Castilla y Aragón que adaptan canciones populares
 castellanas hasta su expulsión en tiempos de los Reyes Católicos, siendo
una fusión de la música árabe y la cristiana: arabe en el ritmo y los
 instrumentos y cristiana por el idioma en que se cantaban, el romance.
Canciones de amor, de cuna, de boda, incluso, alguna picantona.
No sé porqué, si es por la propia belleza de la canción, por mi especial 
sensibilidad a los conflictos falsos entre culturas, a que “daniel echeverría
 jadraque” son tres palabras que provienen de estas tres culturas, a que,
simplemente estoy con la depresión post-cuarenta, a que estoy pensando
 en que es la hora del aperitivo y se aparece una copa de buen fino o a
que me da mucha pena que los intereses creados utilicen como excusa a
un dios, que de ser, sólo puede ser el mismo, dos lágrimas se escapan
de mis ojos. Me prometo aprender algo más de estas ricas culturas de las
que nada nos enseñaron en el colegio...

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