10 de octubre de 2010

Vacaciones en Holanda 1. DEN HAAG (I)


“There is no place on earth with the sky so blue that worth
to be seen but for the people living underneath”  R.L. Stevenson.
Como decía el gran escritor y viajero o gran viajero y 
escritor Robert Louis Stevenson, los lugares merecen la pena visitarlos, no por el azul del cielo sino por las personas que viven bajo dicho cielo. Por eso, como amante de Stevenson (todavía recuerdo sudar de miedo leyendo La Isla del Tesoro), en este relato de viaje, habrá muchas personas, costumbres, curiosidades,… algún museo y poca piedra. Me atrae más lo vivo que lo muerto, lo que se hace ahora que lo que se hizo en no sé qué siglo, por eso prefiero visitar el mercado de frutas que la iglesia barroca o pasearme por las calles que por las normalmente frías salas de un museo. Todo ello, con excepciones, claro. 
La previa: Abril 2010, donde aguzamos el ingenio 
para buscar donde pasar unos días de vacaciones en tiempos del “azunto” (como me dicen que llaman a la crisis las chirigotas del carnaval de Cádiz)
En épocas de crisis hay que agudizar el ingenio así que 
para ver dónde podíamos pasar diez días de vacaciones, abrimos el mapa de Europa y fuimos colocando chinchetas de colores en los lugares en los que teníamos amigos, familia, compañeros,…. Las chinchetas rojas donde o la relación era lejana o el coste del viaje sería excesivo o el propio lugar no tenía más interés; las verdes donde teníamos posibilidades razonables de colarnos unos días (familia cercana, lugar atractivo, posibilidad de vuelo barato,…); las chinchetas amarillas en el resto.
Empezamos las llamadas por las verdes. La primera lla
mada, a los tíos Pedro y María Pilar que tienen un adosado estupendo en la maravillosa costa gaditana donde cada dos o tres años nos suelen invitar. Cuando descuelgan el teléfono, les saludamos, les preguntamos qué tal va todo y entre la conversación dejamos caer que hace poco estuvimos viendo fotos de María y Paula en la playa de La Barrosa y que nos acordamos mucho de ese verano… La “indirecta” no surge efecto ya que la conversación deriva hacia qué tal están las niñas y tal y tal. Agua.
La segunda llamada, a Gabriela (prima de Ana) y David, 
su marido, que viven y trabajan en la Haya y que en la comunión de mi hija Paula dejaron caer eso de “a ver cuándo venís a vernos”. Descuelgan el teléfono, hola David, somos los primos de Pamplona… habíamos pensado ir a visitaros unos días… en agosto… serían 5-6 días y 3 –o 4 los pasaríamos en Bélgica… ¡Ah! ¡Qué bien! ¡Muchas gracias!…Acuerdo: llevaríamos jamoncito ibérico rico, esparraguitos de la tierra, lomo y chorizo del pueblo….
¡Éxito total! ¡Buscamos un vuelo barato y de vacaciones a 
los países bajos!
Holanda 0 – España 0 (De Paris 1990 a España 2010, 20 años no son nada…), donde se dan razones objetivas para que a priori yo tenga una predisposición positiva ante los “oranges”
Debo reconocer que los holandeses siempre me han caído 
simpáticos.
¡Como puede caerme mal un país en que los niños piensan 
que Sinterklaas (San Nicholas –Papa Noel según lo creó y vistió de rojo la Coca-Cola-) que trae regalos a los niños la noche del día 5 de Diciembre viene de España y llega a los Países Bajos en un barco de vapor, con un caballo blanco y acompañado de un ayudante Pedrito el Negro -en neerlandés, Zwarte Piet-, que no significa que San Nicolás fuera racista sino vago porque es Piet quien se mancha de negro al bajar por las chimeneas y deja los regalos y mandarinas que para eso viene de España-¡
O ¡como puede caerte mal un país en el que las primeras 
palabras coherentes escritas en el actual neerlandés, aparecidas en los márgenes de un libro de cocina inglés del siglo XI dicen  algo tan romántico como “todos los pájaros han encontrado sus nidos excepto tu y yo, ¿a qué estamos esperando? –pensemos que las primeras en castellano y vascuence, en un códice religioso son anotaciones a cánticos religiosos a la virgen…-¡
O ¡Un país en el que uno de sus prohombres vio el primer 
espermatozoide en el microscopio (Van Leeuwenboek, siglo XVII), otros fueron tan listos como para inventar “la burbuja inmobiliaria” comprando en 1625 toda la isla de Manhattan a los indios Delaware por 60 florines, 10 pistolas y una olla de latón y cuarenta años después revenderla (eso sí previo pacto de rendición y cambio de nombre de la isla, Nueva Amsterdam pasó a ser Nueva York) a los ingleses por un precio casi mil veces mayor (aunque en esta historia los más listos fueron los indios que, sin ser suya ya que pertenecía a los indios Chesapeake, se llevaron la pasta)!
O ¡el país que inventó el principal ingrediente de mis 
queridos gin-tonics, la célebre jenever holandesa, o el país que nos enseño a jugar al fútbol y que trajo las melenas tipo Cruyff y las patillas tipo Neeskens a la parca variedad de pelos (básicamente el corte tazón o comunión) que teníamos aquí!.
¡a qué, aunque solamente sea por estas, ya son razones para
tener una predisposición positiva a estos señores que tienen el naranja como su color de bandera, aunque la bandera oficial ni lo contenga!.
Mi simpatía y primer recuerdo de Holanda como masa 
naranja se remonta a Paris 1990 donde pasaba yo tres meses con una beca Erasmus (sí, sí, por aquella época ya existían). Los Campos Elíseos estaban a rebosar esperando la llegada de los tres ciclistas que coparían el podio (Greg Lemond, Claudio Ciapucci y el holandés Erik Breukink –nuestro Miguel Induráin acabó décimo pero tanto él como su jefe de equipo Echavarri vieron claro que, en los siguientes cinco años, en esta avenida iban a entrar con el “maillor jaune”-).
Pero lo que más me llamó la atención fue la increíble marea 
naranja de camisetas, bicicletas, gorros, capas, banderas, sujetadores (sí hacía calor y algunas fornidas remeras se habían puesto más cómodas para mejor bogar) de color naranja chillón que sobresalían entre el resto del colorido; y la costumbre que tenían de sentarse –llegué a contar hasta 300 holandeses/as- en el suelo de la avenida des Champs-Élysées en cuatro cinco filas interminables simulando que remaban al ritmo del ¡Hop Breukink! y que solamente paraban para apurar la jarra de cerveza que cuidadosamente habían dejado lejos de alcance de sus “remos”. 
Holanda 0 – España 1 (11 Julio 2010):  donde, como
dijo el ministro Rubalcaba, España gana el Mundial de Fútbol y, “aunque no salgamos de la crisis, nos subirá la autoestima” –de subir el sueldo, durante su comparecencia no habló-.
Yo era de los que deseaban, y no aposté en la porra del 
trabajo porque ya estaba cogida, por una final Holanda-España. Por eso, lejos del resultado –que efectivamente le dio un calentón temporal y ficticio a mi autoestima pero mi nómina permaneció invariable- fue una gran desilusión.
En Holanda, así me lo contaron después, anhelaban una final
Holanda-Alemania que les permitiera “vengarse” del bombardeo y ocupación alemana de 1945. Como finalmente fue España quien llegó a la final, tuvieron que desempolvar la hemeroteca y echar 400 años más atrás y motivarse –como decían algunos periódicos locales- pensando en la rendición de Breda y las barrabasadas que el Duque de Alba y sus Tercios de Flandes perpetraron para que estos bárbaros acogieran la religión verdadera que, sobra decirlo, era la nuestra.
La “naranja mecánica” de los 70 con Cruyff, Neeskens, 
Rensenbrink, Krol y otros era en palabras de Eduardo Galeano (Fútbol a Sol y Sombra) “una obra de la imaginación, como un fuego naranja que iba y venía, empujado por un viento sabio que traía y llevaba, y donde todos atacaban y todos defendían, desplegándose y replegándose vertiginosamente en abanico, como si fueran once veces once” y Cruyff -que, como Guardiola, empezó recogiendo pelotas, limpiando las botas de los jugadores y colocando los banderines en las esquinas del campo, mientras su madre atendía la cantina del Ayax- era el director de esa desorganización organizada.
Si Guardiola motivaba al Mega-Barcelona (quien suscribe 
merengue rendido a la evidencia) su equipo con Gladiator y Carros de Fuego, a la selección holandesa 2010 la debieron motivar con películas de Chuck Norris, Kung Fu y las 5 de Rocky Balboa.
La selección del 2010 en la final fue una mala versión de 
una película de matones de serie B con Van Bommel (bien aleccionado por su suegro y entrenador) y De Jong (lugarteniente con Dan cinturón negro) como líderes de la banda y Snjeider (con cara de niño bueno) y Robben (con cara del malo de la serie “érase una vez el hombre”) como pillos que se quejaban y hacían aspavientos de niño mal criado –y de vez en cuando nos ponían el alma en un vilo –por decirlo suave-.
Estoy seguro que Cruyff, Neeskens, Van Basten, Gullit
(el Tulipán Negro), Seedorf, Rikjard,… vieron avergonzados como sus paisanos ultrajaban el fútbol preciosista que ellos crearon y con el que mostraron al mundo que en fútbol había algo más que la samba brasileira o la logística alemana.
Como la vida, el fútbol es a veces es injusto con el bueno y 
es el malo quien se lleva la chica más guapa (o chico…). Y estuvo apunto de pasar. Si no fuera porque cuando, ya en la prórroga, Robben se puso ante Casillas e Iker, mientras tapaba todos los ángulos posibles con su cuerpo de araña, le amenazó con que este año San Nicholas se quedaba en España y sus hijos sin juguetes, y así logró que el holandés fallara. Pero no, esta vez, no -Minuto ciento y pico, pasa Torres, rechace de la defensa, recoge Cesc que pasa a Iniesta…. y GOL- ganó el bueno.
 

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